Escrito por: Dora Isabel González Ayala
El 22 de octubre de 1814 se promulgó en nuestro país la Constitución de Apatzingán, como el “Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana” el cual, a pesar de que nunca entró en vigor, es esencialmente el antecedente de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos al ser la primera en trasmitir a través de sus letras el deseo de un México libre e independiente, y es el legado más bello por parte del insurgente michoacano (tierra de mis tatas), José María Morelos y Pavón junto a “Los Sentimientos de la Nación”.
Su texto se impregna de principios de libertad, igualdad y soberanía, en que indica que los bienes se deben repartir correcta y justamente para que nadie se enriquezca en lo particular y todos sean socorridos en lo general.
Esa personalidad social de nuestros insurgentes, lo heredaron como un fuego perpetuo a los revolucionarios, haciendo de la Constitución vigente de 1917, la primera Constitución social del siglo XX del mundo, estableciendo el derecho laboral con jornadas justas, la educación laica, el reparto de la tierra a quien lo trabaje, el juicio de amparo, el derecho a la huelga, ¡vaya!, cada pedazo es lo más digno y humanitario.
Con el tiempo, las siguientes reformas, han añadido, diversos derechos como la justicia ambiental, la igualdad sustantiva, sistemas de cuidados, los derechos a las comunidades originarias, entre otros, que básicamente, han cubierto en lo general el esquema de desarrollo humano ideal de nuestro siglo.
Sin embargo, para los lectores de este texto, para las mexicanas y mexicanos, les estará rondando las preguntas: ¿por qué siento tanta desigualdad? ¿porqué no percibo estas hermosas palabras en la Constitución?
¿Es letra muerta? ¡No! Porque si la Constitución fuera eso, entonces no existiría México, sería tierra de nadie, y ninguna de nosotras y nosotros se sentiría mexicana y mexicano. Mientras existamos luchadoras y luchadores, la Constitución aún vive.
Lo que sí podemos resaltar, es que todavía hay una larga marcha para hacer de México un país igualitario.
Se ha dicho por académicos y figuras públicas: lo que se critica es el presupuesto para poder garantizar los derechos sociales, económicos y culturales de nuestra Constitución. Entonces, ¿acaso no hay suficiente presupuesto? Si lo vemos en las calles y en ciertas manos, por tanto, no es cuestión de cantidad existente sino de redistribución, ¿a quién le corresponde la distribución? ¿al Estado o al mercado?, evidentemente la única figura que es capaz de redistribuir por su naturaleza es el Estado, ¿quién es el Estado?, no es un quién, sino qué y quienes lo componen: los tres poderes y como dice el artículo 39: la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo.
Sin embargo, en tiempos de supuesta prosperidad, se dejó con pocas herramientas al Estado para la redistribución, la “mano invisible” del mercado, significaba que por si solo se daría la igualdad; ahora, la situación es que hay muchos problemas estructurales, desigualdad y “aún” con falta de condiciones para resolverlos. Y para que no se tome como excusa, lo peor que podemos hacer es omitir hacer algo.
No se puede omitir ser un servidor público ya sea por elección popular o por designación administrativa que responda a los compromisos de la Constitución, tampoco se puede ser una o un empresario que omita que las ganancias no deben desviar el derecho a un empleo digno y desviar la recaudación que el Estado necesita para generar el orden digno en el país, tampoco la ciudadana y ciudadano puede omitir ser partícipe de la democracia y de lo que necesita sus comunidades para tener mejores espacios de convivencia sin sospechosísmos del otro. Y recordar que, sin excepción, todos somos “el pueblo” que indica la Constitución.
No hay el bueno o el malo, sino personas que omiten ayudar, ser humanitarios y luchadores del día a día.
Los tiempos que nos han tocado en esta generación, tendrá más desafíos, evidentemente la pandemia, las crisis financieras recurrentes, el conflicto internacional y la crisis climática, agudizarán las condiciones desiguales, por lo que cada una de nosotras y nosotros desde nuestras trincheras, debemos prepararnos, porque estamos en el mismo barco y todos importamos.
El sentido de Estado debe fortalecerse, con sus componentes: el pueblo, su territorio y sus tres poderes, pero debe ir de la mano del fuego de la voluntad histórica mexicana, de forma contraria, habrá vacas flacas.
Corre en nuestras venas, los insurgentes, liberales, revolucionarios, progresistas y vanguardistas.
Las mexicanas y mexicanos estamos forjados en las luchas más dignas, así que pongámonos de pie, porque como la siembra es quemada para que se fortalezca, estos tiempos venideros nos harán mejores.
En definitiva, no puedo creer en que es imposible un México libre e igualitario, estoy en la lucha para construir las condiciones que nuestros ancestros soñaron y somos más de uno.