La rebeldía para el cambio necesario

Por Dora Isa González

Que difícil debe ser reconocer que después de 12 años de lucha para que llegara alguien en quien depositaron sus esperanzas por el cambio, no haya cumplido con su palabra, en que, pareciese que esta intención de bienestar al convertir en reforma constitucional algunos programas sociales, terminó siendo la única acción (y relativa) más utilizada como caja china para esconder nuevamente los actos de corrupción y el status quo de los verdaderos agentes conservadores que afectan al pueblo, ahora ocultos en la palabra izquierda.

Por más que se dialoga sobre todo con adultos que fueron parte de un plantón, de la demanda de justicia y se sumaron al movimiento guinda, ellos dicen, que nada es culpa de quienes gobernaron, porque por alguna razón -más mágica que real-, simplemente no se pudo ni mejorar la situación de seguridad del país, los ingresos de las y los mexicanos, ni tampoco la llamada salud universal base de un Estado de derecho social.

Para los que nos ha tocado conocer de cerca a estos actores en la toma de decisiones oficialista y no solo bajo el ojo de la televisión o detrás de una grada esperando una foto, hemos visto que, además, de lo bueno que tenía, muchos se han dejado vender por unas monedas y otros más, en esta segunda ola de la llamada continuidad de la 4T, son de los grupos más conservadores y del crimen organizado que únicamente se pusieron el chaleco guinda, como si eso los curara de su egoísta interés personal. Aún así, cuando lo evidencias con hechos ante los ojos de este grupo que le toco vivir más de una década de lucha, temen ver lo que tienen enfrente como si su piso se derrumbara; y después de un gran esfuerzo dialéctico, es que reconocen que no es lo que esperaban.

Pero esta ceguera severa, no transita en otro sector, las juventudes, las nuevas generaciones en pie que representan casi el 60% de población votante, que palpan la realidad sin la relatividad discursiva de la denominada “izquierda” o “derecha”, sino que al transitar en el metro, lo ven peor, al desplazarse en las calles y las conversaciones diarias ven más violencia y grandes prácticas ilegales, en que con las pocas oportunidades laborales, ese dinero (mal pagado en muchos casos) alcanza para menos en la tienda y que, para acabar de amolar, ahora existen efectos más severos del cambio climático,  con un calor intenso, como el calor de esta campaña que se ha llevado la vida de muchos candidatos.

Su visión es más clara para estos casos, porque la lógica es evidente: hubo un mal gobierno que dejó las cosas así. No hay más.

Sin embargo, la reacción no siempre es la deseada en esta selva denominada política mexicana, porque muchos no quieren involucrarse en ella, porque consideran que el resultado es el mismo y que por arte de algún conjuro las cosas seguirán caminando y quizá “no pueden estar peor”. Despierten, nadie los sacará más que ustedes mismos y su poderosa herramienta ciudadana.

Por el otro lado, tenemos un grupo valioso que cada día surge con más cantidad, de las personas que, con valentía, no quieren aceptar la verdad del oficialismo, la inamovilidad del sistema, y son parte de la rebeldía para el cambio necesario. Aplauso por ellas y ellos.

De este grupo es donde formo parte, porque decidimos involucrarnos primeramente en la vida democrática del país, prepararnos como profesión y después ejercer plenamente en política, en que lo primero que nos encontramos fue la resistencia de un grupo que hizo de la mala política una costumbre, compuesta de perfiles que han subido escalones a través de actos ilegales y dañinos socialmente y que el régimen en curso ha aplaudido, en este caso con los guinda, quienes intentaron (sin éxito) matar leones cuando eran cachorros, sin entender, que el fuego de lo que nos motivó a entrar, es más grande, fortaleciéndonos ante la adversidad. A ver que harán con este ave fénix.

Muchos me lo han preguntado, ¿por qué ser política?: en mi caso, porque mirando al abismo en que se conduce México, no podía quedarme sentada esperando que alguien hiciera algo, por lo que he asumido que yo debo hacerlo y motivar a que otros se levanten, particularmente, en dos misiones: acabar con la inseguridad descontrolada del país para que las personas vivan en tranquilidad y que alcancemos el segundo siglo de oro mexicano. Y no importa cual sea la plataforma política que debamos transitar, pero, nada ni nadie apagará mi espíritu. Debemos levantar al país de frente y con firmeza, ahí la convicción que nunca tendrá medias tintas solo caminos inesperados.

Esa rebeldía la he visto despertar de virtuosas y virtuosos jóvenes, que desde distintas trincheras están cansados de la normalidad sin bienestar ni seguridad, se han rebelado para después mirarse al espejo y con orgullo decir, en mis manos se construyó y estoy segura que coincidiremos para hacer posible ese México de todas y todos.

Esa es la ciudadanía consciente que se necesita en estos momentos, misma que sabe que votar es un derecho, una responsabilidad y un deber; y que, además, después del mismo, se debe vigilar y no endiosar a una persona, porque aquel o aquella que ha sido electo tiene un contrato social por cumplir.

Sobre ello, para este contexto, lo más sano para nuestro país, es generar contrapesos a un partido oficialista que se ha convertido en el neoconservadurismo más voraz, y en el caso de la Ciudad de México, quitar a quienes han usado el recurso público, que es del pueblo, para la imagen pública de sus personajes por estos últimos tres años mientras que lo demás se cae a pedazos. No hay terceras vías, o medias tintas, solo que es tiempo del cambio y reconocer a quienes sí cumplieron en su historial local en hacer buen gobierno y garantizar seguridad.

Es cosa del sentido común: si este 2 de junio votamos por las y los candidatos que antes han hecho mal las cosas, entonces, les estamos enviando el mensaje que pueden hacer lo que plazcan porque el pueblo sigue creyendo en el discurso y no en las acciones.

¡Juventudes rebeldes! El mundo que tienen enfrente sí puede ser mejor y el primer acto de resistencia es hacer valer su voto, no transiten sin haber dejado huella de su voluntad. La mía va por la azul orgullosamente habitante de la localidad más segura del país: Benito Juárez en la Ciudad de México.

Hagamos que un futuro distinto sea posible, y no acabar encerrándonos en nuestra propia jaula sexenal.

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