Fuente: El Faro Luz y Ciencia, miércoles 19 de septiembre de 2022, Ciudad de México
Por: Drusila Torres Zúñiga
Tiempo de lectura: 6 mins.
La aparición de nuevas voces de la literatura fantástica femenina, uno de los géneros de la literatura más preponderantes, no es sino una ola de creatividad que necesita seguir siendo difundida.
En diversas notas periodísticas desde el 2017, se habla de un segundo «boom latinoamericano» encabezado por autoras. Esta afirmación tiene lugar debido a la visible difusión de las obras de las escritoras, con respecto de las décadas anteriores; así como al mayor reconocimiento tanto por parte de los lectores como de la crítica literaria, lo cual se evidencia en los premios internacionales recibidos por autoras como Mariana Enríquez (Argentina), Samanta Schweblin (Argentina), Liliana Colanzi (Bolivia), Mónica Ojeda (Ecuador), Fernanda Melchor (México) y Guadalupe Nettel (México), por mencionar solo algunas.
Sin embargo, las mayoría de las autoras no concuerdan con tal categorización. Las razones que aducen para desvincularse del hipotético «boom de autoras» son las siguientes:
a) A pesar de que, indudablemente, se ha alcanzado una mayor divulgación de sus escritos, no se equipara al éxito comercial de los autores del boom. Los autores varones del boom, y también los actuales, son más traducidos y su presencia es superior en el mercado literario. De acuerdo con un informe de PEN Internacional de abril de este año, las autoras solo están presentes en un 30% del espacio editorial. Esto evidencia que aún queda un camino por recorrer en cuanto a visibilidad de las obras literarias escritas por mujeres.
b) La calidad literaria de las autoras es innegable. Lo anterior se sustenta por el reconocimiento de la crítica especializada; no obstante, persiste el afán de resaltar el sexo de las autoras (el ser mujer) como determinante para clasificar su obra; lo anterior, de acuerdo con algunas escritoras, aunque puede ser relevante (pues se concluye que las condiciones materiales y sociales de las autoras son mejores que en el pasado) no debería significar el principal valor de su obra escrita.
En un intento por clarificar estos asuntos, podemos concluir que, si bien no hay un boom equiparable al encabezado por los escritores latinoamericanos de los 60 y 70, se puede hablar de una «ola» de escritoras latinoamericanas, que ha emergido debido a que la audiencia desea escuchar nuevas voces y adentrarse en otras maneras de contar el mundo.
Por otro lado, se puede hablar de cierta influencia, también insoslayable, debido a la tradición literaria que resultó de los autores del boom.
Como hemos mencionado anteriormente (ver artículo del 20 de septiembre), una de las vetas del boom latinoamericano fue la literatura fantástica, cuyo principal exponente es Julio Cortázar. Sus relatos breves describen ambientes claustrofóbicos y angustiantes, en los que habitan personajes sometidos a fuerza aparentemente sobrenatural. Cortázar, en sus Clases de literatura, advierte que pretender desentrañar lo indeterminado de aquellos fenómenos equivaldría a desvirtuar el género fantástico.
Este tipo de atmósferas han sido construidas también por sus coterráneas, las autoras Mariana Enriquez (Premio Herralde 2019) y Samanta Schweblin (Premio Iberoamericano de Letras José Donoso 2022). A través de sus narraciones, se configuran escenarios inquietantes que nos llevan a lugares oscuros de la psique y la realidad humana. Interviene, asimismo, el elemento fantástico, aquello que no se puede explicar.
Cabe recordar dos cuentos en los que, coincidentemente, las protagonistas son adolescentes:
En «Pájaros en la boca», relato que da título a uno de los libros más aclamados de Samanta Schweblin, se aborda el padecimiento de una joven que se niega a comer otra cosa que no sea un cierto tipo de ave. Y el drama familiar que implica conseguir este alimento.
“–¿Qué mierda…?
–Te la llevás –fue hasta el escritorio y empezó a aplastar y doblar las cajas vacías.
–¡Dios Santo, Silvia, tu hija come pájaros!
–No puedo más.
–¡Come pájaros! ¿La hiciste ver? ¿Qué mierda hace con los huesos?
Silvia se quedó mirándome, desconcertada.
–Supongo que los traga también. No sé si los pájaros… –dijo y se quedó pensando.
–No puedo llevármela.
–Si se queda me mato. Me mato yo y antes la mato a ella.
–¡Pero come pájaros!” (Schweblin, “Pájaros en la boca”)
En «Hostería» de Mariana Enríquez, dos chicas encerradas en un cuarto, después de ejecutar una broma para una adulta, son presas de un aparente allanamiento que las aterroriza. Esta visión se desvanece minutos después, sin que lleguemos a saber de dónde procede.
“…los hombres que corrían ahora golpeaban todas las ventanas y las persianas e iluminaban con los faroles del camión o camioneta o auto la habitación donde ellas estaban, por entre las rendijas de la persiana podían ver los faroles, el coche estaba subido al jardín y los pies seguían corriendo y las manos golpeando y algo metálico también golpeaba y se escuchaban gritos de hombre, muchos gritos de hombre, alguno decía “vamos, vamos”, se escuchó un vidrio roto y más gritos. Florencia sintió cómo se hacía pis y no pudo contenerse, no pudo y tampoco podía seguir gritando porque el miedo no la dejaba respirar.” (Enríquez, “Hostería”)
Estas narraciones, que interconectan lo indeterminado con el conflicto personal, son una de las puntas del hilo que nos conduce a Cortázar. Así, Schweblin reconoce en su escritura la influencia del autor. Recuerda que la lectura de sus cuentos la motivó al camino de la expresión artística a través del lenguaje. Mientras que Enríquez ha declarado que una de sus lecturas favoritas de Cortázar es «Casa tomada», el cual considera un cuento de terror, y añade:
“No es extraño que, por lo general, se considere los cuentos de terror de Cortázar como fantásticos, categoría menos “menor”, un poco más respetable. El terror nunca fue zona central de la literatura canónica, a diferencia de lo fantástico. Pero los límites entre “fantástico” y “terror” son francamente difusos y quizá se le aplique el primer género a gran parte de los cuentos de Cortázar sólo para conservar su respetabilidad.” (Enríquez, “La vuelta a Cortázar”)
Con esto, solo se pretende exponer algunos ejemplos de la herencia literaria que se puede observar en las autoras latinoamericanas actuales. Ellas, en su propio tiempo y contexto, vienen construyendo una renovada atmósfera literaria, que más que solo una ola, o un destello, los lectores deseamos que sea un amplio y duradero movimiento.
Referencias
Corroto, Paula, “El otro boom latinoamericano es femenino”, El País, 14 de agosto de 2017. https://elpais.com/cultura/2017/08/13/actualidad/1502641791_807871.html
EFE, “Solo el 30% del espacio editorial en Latinoamérica es para mujeres: PEN”, Crónica, 14 de abril de 2022. https://www.cronica.com.mx/cultura/30-espacio-editorial-latinoamerica-mujeres-pen.html
Enríquez, Mariana, “Hostería”, Punto de partida. http://www.puntodepartida.unam.mx/index.php/994-punto-de-partida/no-0188/1621-0188-cuento-argentino-actual-la-hosteria-mariana-enriquez
Enríquez, Mariana y VV.AA. “De vuelta a Cortázar”, Página 12, 8 de febrero de 2004. https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-929-2004-02-08.html?mobile=1
Schwebling, Samanta, “Pájaros en la boca”, El Boomeran(g). https://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/ficcionario.pdf
Drusila Torres Zúñiga. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). Profesora y escritora. Activista por el derecho a la educación y al trabajo digno. Twitter: @drusilatz