Fuente: El Faro Luz y Ciencia, miércoles 6 de mayo de 2020, CDMX.
Escrito por: Roberta López Zamora* Miembros de la Red Juvenil El Faro/Agenda 2030.
A un paso de caer en un estado crítico sin reversa para salvaguardarnos, la pandemia COVID-19 nos llevó a la paralización de todos los procesos económicos y sociales, pero también a reducir las emisiones de efecto invernadero en el planeta, sin embargo, ¿Esto es una acción por el clima sostenible o solo estamos en el ojo del huracán?
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De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial OMM, el año 2019 concluyó con una temperatura media mundial de 1,1 °C muy por encima de los niveles preindustriales estimados, representando el período de 2010 a 2019 como la década más cálida jamás registrada, es decir, a partir de los años ochenta, cada decenio consiguiente ha sido más cálido que todos los anteriores desde 1850. Esto, provocando que las emisiones de dióxido de carbono llegaran a 408 partes por millón en la atmósfera, que es 150% más que el nivel preindustrial y el metano llegó al 260% por encima del nivel preindustrial.
“La temperatura es solo un indicador del cambio climático en curso, al que se la añaden las alteraciones de los patrones de lluvia que han repercutido a varios países, así como el aumento cada vez mayor del nivel del mar, en gran parte por la expansión térmica del agua del mar, así como el derretimiento de los más grandes glaciares de Groenladia y la Antártida” explicó el Secretario General de la OMM Petteri Taalas.
Estos aumentos radicales de la temperatura han vulnerado la salud y el bienestar de las personas como en el caso de Francia donde 20,000 personas fueron a urgencias por dolencias de calor; asimismo ha provocado el aumento del dengue permitiendo 1,250 muertes en las Américas (México siendo parte de ella); agravó la crisis alimentaria por su afectación a los cultivos, con un repunte de 820 millones padeciendo hambre severa en el mundo, y orillando a 6,7 millones de nuevos desplazamientos internos por los desastres naturales. ¿Estamos conscientes de nuestra no acción?
“Dado que las concentraciones de gases de efecto invernadero no dejan de aumentar, el calentamiento continuará. Según un reciente pronóstico, es probable que en los próximos cinco años se produzca un nuevo récord de temperatura mundial anual. Es solo cuestión de tiempo” declaró Taalas en un comunicado post-COVID-19 en conjunto con el Secretario General de las Naciones Unidas Antonio Guterres quien a la vez expresó:
“No vamos a combatir el cambio climático con un virus. Aunque se le debe dar toda la atención necesaria, no podemos olvidarnos de la lucha contra el cambio climático, y los demás problemas que enfrenta el mundo” esto porque se ha detectado una disminución significante de las emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial.
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Por enfatizar en los casos más resaltantes, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Espacial Europea ESA, detectaron una disminución importante de dióxido de nitrógeno (NO2) y dióxido de carbono (CO2) en China y en Europa; que conforme al Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio CREA, las emisiones de carbono de China cayeron alrededor de un 25% durante un periodo de cuatro semanas, lo que equivale a una reducción del 6% global. De igual forma, el Road Ecology Center calculó una disminución del 13% en las emisiones anuales relacionadas con el transporte y una reducción del 4% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de los Estados Unidos.
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En otras palabras, consecuencia del confinamiento, el distanciamiento social, la minimización de nuestras actividades diarias, los traslados en coche, así como el freno en la producción industrial, se detectó una mejor calidad de aire, inclusive, se han percibido avistamientos de fauna endémica y exótica en diferentes ciudades del mundo. Un ejemplo de ello es el cacomixtle en diferentes puntos del Valle de México, los avistamientos de tucanes en Argentina, delfines y peces en los canales de Venecia, entre otros. Es decir, los animales, ante la ausencia del hombre, empiezan a reclamar estos espacios que originalmente eran suyos ¿Nos queda claro en lo que afecta nuestra huella de carbono?
Pero no es para siempre, si así lo deseamos. El advertir que el COVID-19 no es una solución para combatir el cambio climático, va de la mano con el temor de una recaída peor con la restauración de las actividades en el mundo, como pasó en el 2008 tras la crisis financiera mundial, fecha en que las emisiones globales de CO2 provenientes de la combustión de combustibles fósiles y de la producción de cemento se redujeron inicialmente en un 1,4 %, para luego aumentar en el 2010 en un 5,9 %.
Partiendo de este punto, entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS de la Agenda 2030 propuestos por la ONU, está el foco en el “ODS 13: Acción por el clima”, el cual busca adoptar las medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
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En este COVID-19, el planeta por fin pudo darse un respiro; este 22 de abril, celebró su fecha, el «Día de la Tierra» sin invasores. Que nos sirva de lección.
Además, en un comunicado reciente, el Fondo Mundial para la Naturaleza WWF advierte que “esta crisis de salud debe ser una llamada de atención” y que “existe un vínculo muy estrecho entre la propagación de las pandemias y el tamaño de la pérdida de la naturaleza, una problemática que se acentúa año a año”.
Por esta razón, se hace evidente la necesidad de proteger los ecosistemas naturales y cuidar más el planeta en el que vivimos, para que este respiro que se le ha dado al medio ambiente y al mismo planeta, gracias a la pandemia, no sea en vano y que, por el contrario, sea visto como una oportunidad para que la humanidad tome conciencia de los impactos que puede tener (hasta en términos de salud) el cambio climático y todos los daños que le hemos causado al medio ambiente.
Debe verse reflejado en acciones y prácticas concretas entre todos los sectores. Para empezar, con una reincorporación «por pasos» de las actividades industriales y del transporte, a los cuales, yo diría, deben ponerse medidas que limiten forzosamente su huella de carbono.
Cabe agregar, que en México en su Presupuesto de Egresos de la Federación etiquetado para este 2020, destinó 41,930.6 millones de pesos en acciones de adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, lo que representa alrededor de 115 millones de pesos por día, la cifra más alta en seis años; donde la Comisión Federal de Electricidad CFE es la dependencia que tendrá más recursos con el 97.5%, con el fin de “aumentar la generación eléctrica con energías limpias y renovables, y cumplir con los compromisos internacionales en relación al cambio climático y reducción de emisiones”, asimismo, el otro 2.5% se le otorgó al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONACYT, a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural SADER; y a la Secretaría de Turismo.
Igual, continuar con la educación y concientización del cambio climático para enseñar como desde lo individual puede contribuirse a las metas del ODS 13, pero también para conformar modelos de negocios en las empresas y políticas públicas direccionadas a este Objetivo.
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Que este respiro del planeta sea de aquí para delante y que no sólo sea el ojo del huracán más grande que hayamos experimentado en siglos.
Twitter: @rzamora11