De: ·Isadora Gonzaya·
Las coyunturas del mundo actual tan precipitadamente acontecidas, parecieran sacadas de otra Guerra Fría, sin embargo, ni los actores y ni las circunstancias son claramente las mismas, por lo tanto, las decisiones consecuentes tienen que corresponder a sus características.
«El Sistema-Mundo ha cambiado» diría Immanuel Wallestein.
Todavía en curso los «tiempos de paz», recién se cumplen los 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por parte de las tropas Nazis, del cual, su reciente conmemoración tradicional, tuvo la ausencia de los dos protagonistas de la Guerra Mundial y la Guerra Fría.
Al respecto, de acuerdo a los medios oficiales, al Presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin ni otro representante ruso se le extendió invitación por «desinterés a mantener el espíritu de la verdad histórica» según lo dicho por el gobierno de Polonia, mientras en lo que concierne a los Estados Unidos, a Donald Trump, por primera vez se le extendió una invitación de asistencia con motivos del «cambio en el enfoque de los asuntos históricos», personaje que finalmente canceló al cuarto para la hora.
A lo expresado, dicha eventualidad reavivó las memorias de los líderes, al igual que de sus videntes internacionales, y nos recordó que hay tensiones, mismas que no han dejado de estar en el transcurso de las épocas, pero que son dignas de analizar, en cuanto a su aumento y la forma de dicho aumento.
¿Que genero estos cambios de temperatura conflictiva?
Cualquier periodo y lugar donde las guerras se ocasionan tiene de trasfondo las limitaciones para satisfacer los intereses de todos los actores, mismas que van de la mano de las necesidades básicas de toda nación y persona; de las cuales, dos son las principales: el alimento y la seguridad.
Para demostrarlo, tanto en la Segunda Guerra Mundial como la Guerra Fría, hubo previamente circunstancias climáticas, escasez de alimentos y la falta de abastecimiento de los recursos alrededor del mundo. Es decir, ya sea provocado por los hombres o derivado de los mismos efectos de la naturaleza, las necesidades globales de los individuos provocaron una alza en el temperamento y disminuyó la tolerancia.
Pero de estos casos, entre los del pasado a los de la actualidad, no estamos tan distantes. Hoy en día, los lideres de cada país deben lidiar entre el «sube y baja» económico, la nueva amenaza del cambio climático y aceptar sus condiciones internas así como externas, incluidas la pobreza y la migración (solo por mencionar algunos puntos), mismas a las que se deben ofrecer soluciones viables.
Dar estas alternativas, no es sencillo y por esas mismas razón, es que surgen las divergencias. A menos que exista alguna manera para que aparezca -algo surgido de la nada- que logre llenar el vacío de cada nación, es de lógica pura concluir que los conflictos aumentarán para abastecerse de lo poco que hay.
Y a pesar de estos patrones ocasionado por las circunstancias, no significa que el mundo sea el mismo, y por lo tanto, la forma de responder tampoco.
¿Qué decir a este argumento?
Se mantienen las mismas necesidades, así como la escasez de los recursos para satisfacerlos, sin embargo, el terreno, actores e interacciones son totalmente diferentes. Las tácticas y estrategias se definen de acuerdo al espacio en que se aplicarán.
Para dibujar nuestro panorama actual: los Estados Unidos no tiene las características de «Hegemón» en el sentido redondo de la palabra, la Federación de Rusia recién se abre al mundo con «algo» distinto a lo soviético, China comunista encabeza la lista en cuanto al poderío económico, la Unión Europea padece de «des-unión», sólo distinguido por un único personaje que entre «espamos» soporta sus contradicciones regionales, y por otro lado, América Latina no esta lejos de otro tipo de movimientos.
¿Qué vemos en esta generalizada relatoría de casos?
Estamos viviendo la modificación inevitable de lo viejo (antes «Nuevo Orden Mundial») a lo nuevo (con nombre indefinido); ahora Occidente cierra las puertas y Oriente, Euroasia, promueve la cooperación.
Los cambios nunca son sencillos y menos cuando hay mucho de necedad en los involucrados.
Y lo vemos en casos concretos. De donde se analice, no ha habido últimamente acuerdos armoniosos. Nuevamente Naciones Unidas queda endeble (en presupuesto y capacidad de lidiar con las controversias) con la retirada de Estados Unidos de muchos de los escenarios (medio ambiente, derechos humanos, educación y cultura) y sin embargo, a esta ausencia, ha sido llenado progresivamente por República Popular China. ¿Acaso llegó el momento de que el dragón demuestre su presencia?
Ya sea por parte de estos países potencia o de cualquier otro, en sus condiciones, deben pensar dos veces sus estrategias de poder. Desde la realpolitik, la diplomacia, hasta lo que se refiere al quehacer del Estado, el sistema económico, sigue manteniendo en lo «general» los estilos y procedimientos del «antes», y hoy, de frente a la globalización, no hay nación que no tenga problemas en la forma de gobernar -ya sea peor o distinta a las viejas épocas-.
En esta búsqueda por encontrar la mejor forma de conducir a sus países, se ha polarizado el mundo entre los que efectúan métodos nacionales, conversadores y viejos, a los que lo hacen con estilos extremadamente alternativos. Y al parecer, ninguno ha dado -al clavo-.
Para ejemplificar algunos puntos, tenemos el carácter radical norteamericano, los cambios vertiginosos de los dirigentes de diversos países, el Brexit, la declaración del libro blanco de defensa de China advirtiendo de responder a quienes afecten su zona de influencia, el rompimiento de tratados internacionales por algunas naciones, la guerra comercial y espacial, entre muchos otros; todos ellos reflejan la condición de vive cada país: -un interior endeble y un exterior con escasez-; a ello, mezclado con los cambios radicales de nuestras épocas.
¿Nos tocará lidiar con otra guerra? Ya sea fría o caliente, ciertamente el sostén del mundo está flojo. Hay un factor, el principal de todos, que hace distinta esta época a las anteriores, y esa es la amenaza del cambio climático.
Es decir, lo que nos preocupa para muchos de los que aún recordamos que somos «mortales», es que no vivimos en las condiciones ambientales más adecuadas para convertir el mundo en un campo de batalla. Antes era la bomba atómica el mayor temor que podía acabar con la humanidad, hoy, con la simple producción masiva de armas, o cualquier cosa que genere dióxido de carbono a los niveles máximos, es suficiente para terminar con la vida de todo el planeta.
Antes, las demostraciones de poder se resumían a el control económico y el uso de la fuerza militar, sin embargo, ni el modelo económico vigente aporta a favor de combatir el cambio climático, y mucho menos lo hace la guerra convencional en cualquier momento y lugar.
Es por ello que debemos analizar: son tiempos para encontrar nuevos métodos, incluidos aquellos para la demostración efectiva de la política mundial.
Quizá ahora la «Hegemonía» y la demostración del poder de una nación o naciones verse en ver quienes son capaces de salvarnos de nuestras fatales circunstancias.