Fuente: Lic. Dora Isabel González Ayala, sábado 23 de febrero de 2019, CDMX.
Los derechos humanos en el mundo y en México, siguen viviendo retos para su aplicación igualitaria, sin embargo, debe considerarse pasar del deber ser al deber-hacer.
Desde el precursor del concepto Fray Bartolomé de las Casas con sede de sus ideas en la Nueva España, hoy parte de México, y más atrás en la historia por aquellos que sin concepto preciso eran los derechos humanos lo que defendían; hasta nuestra actualidad globalizada, comunicada, “civilizada” seguimos sin tener una aplicación igualitaria de esta aspiración.
El mundo ha dado pasos agigantados para institucionalizar y crear un Estado de Derecho que permita la aplicación de los derechos humanos. Con instrumentos tan importantes como la Declaración Universal de 1948, la conformación de la primera, segunda, tercera e inclusive algunas veces citada cuarta generación; así como, respecto a nuestro país, en determinar este concepto textualmente en la Constitución Política de los Estados Unidos México en su artículo 1°, la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, así como sus locales, e inclusive, haber sido sede en el 2007 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos Emergentes, idea vanguardista que incluye actores no convencionales.
México, que ha sido digno de fundar el juicio de amparo, la huelga, entre otros puntos, ahora se encuentra en los peores índices de corrupción, número 138 de 180 evaluados por Transparencia Internacional; en violación de los derechos humanos con 40 mil personas desaparecidos, uno de los países con más muertes a defensores en la materia, a periodistas, con crimen organizado y violencia a mujeres.
Sin entrar a más detalles, es evidente que se requiere de mucho de lo mismo, con más manos, mayor concientización, educación y aplicación de los derechos humanos, al igual que de otro tanto de nuevas visiones.
El camino es claro, aplicar las tantas leyes ya existentes como evidentemente ha argumentado el gobierno en curso que fue fundamental para su llegada democrática, pero también de pensar de las acciones a largo plazo como es la conformación de las condiciones que no propicie a la violación de los derechos humanos y sobre todo la concientización de los individuos, en este último punto, requiere de todos los sectores.
Las Naciones Unidas ha establecido por acuerdo de los Estados integrantes, la Agenda 2030 con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde lógicamente, se encuentran los derechos humanos como sus principios fijos y que independientemente de este debate sobre su aplicación jurídica o subjetividad, nos hace reflexionar sobre los modos de lograr una vida digna en toda la humanidad con el medio ambiente.
Al respecto, uno de los puntos surgidos con la Agenda 2030 es que los individuos actúen, es decir, sean agentes de cambio que por si mismos mejoren la realidad donde se desenvuelven. Puede decirse que es pasar de lo pasivo deber ser al activo deber hacer.
A esta perspectiva, los derechos humanos, que son establecimientos de lo justo, lo que es, como tiene que ser, deja en manos de las entidades, el deber de cumplir y aplicar, que por otro lado, de las personas, ya sea activistas o ciudadanía en general, corresponde demandar, vigilar y ejercer ellos mismos estos principios fundamentales. Este punto deja una pausa en los individuos que después de considerar que son lo correcto, no le dan movimiento, no los hace agentes de cambio.
En este deber hacer, de “yo y el otro” permite la cooperación por cumplir un objetivo mutuo humanitario, el deber ser en conjunto, la “cooperación humana”.
Hablar de cooperación humana como un segundo paso, mano a mano de los derechos humanos, tiene su importancia en cambiar la forma de ver y hacer de cada persona, dado que, si sólo se limita al si y no, resulta más difícil asimilar como individuos con su entorno a considerar al todo en conjunto y la importancia de ejercer constructivamente.
México es un caso de contradicción en su interior, aparenta que cada uno estira para su lado, haciendo que las acciones negativas de unos y las positivas de otros, terminen por dejarnos igual.
Los derechos humanos deben seguir pero debe llevarse a cabo simultaneo a la cooperación humana, tal vez, esto permita una transformación en México y ser ejemplo ante el mundo.