Por Dora Isa González
Apreciable y dudoso poder, que tientas al más puro, aunque a los débiles enloqueces hasta la tumba. Eres, sin duda, el más juzgado, estado de admiración y envidia, porque son las caras de la misma moneda; pero a ti te digo, eres en realidad el vaso de cristal que exhiben y si acaso el espíritu que te toma es turbio, claro se verá con obviedad, o si es limpio, este será admirado.
Poder, hoy reclamo la facilidad en que caes en malas manos, personas que sin conocerse ni controlarse, desean controlar todo a su alrededor o lo inimaginable, que, en ellos, se recargan las responsabilidades del mundo que ahora vemos, lleno de absurdos, lleno de desigualdades, lleno de desencantos y cerca de apagar la esperanza. Pero ¿no es el poder lo que sirviese de luminaria? ¿Acaso decidiste ser falso faro para que los barcos se estrellen?
Si, te reclamo, y quizá no eres culpable de que los más cínicos e insistentes, optaron tomarte y los más virtuosos, se fueron a esconder a las aulas. Quizá, somos nosotros que no hemos oído, que dejamos en manos de unos cuantos la decisión de la ciudad, de la política, de lo que al final es la gloria o penuria cotidiana.
Nunca me interesaste, hasta que, en mi normalidad, vi que amigos cayeron, que el ideal de un mejor mundo deja de ser la conversación de las juventudes en las generaciones presentes, cuando a la vuelta de la esquina ya observo el alma social acostumbrada a la decepción, la violencia y el abuso a los “otros”, desconocen la solidaridad.
¿Qué fue la gota que derramó el vaso? Sucedió, sin entrar a muchos detalles, cuando alguien que como mi maestro apreciaba, sucumbir. No diré más, solo que no quería terminar la corta vida humana sin hacer nada.
He transitado, y observo como les diste un banquillo a personajes y marearse, olvidar cualquier promesa, sentido común, humanismo, y descender terriblemente junto a todo a su paso; tantas personas de dudosa procedencia o de mi admiración en el pasado, ambos, de forma sorprendente, ver aumentar su embriaguez por tu poder.
Debo decir, son demasiados los sucumbidos (porque quizá creo puede ser diferente), que temo acabar igual, al punto de que, como disciplina, en las noches, hago el ensayo de recordar porqué estamos aquí y lo infinito de nuestro valor como cualquier polvo de estrella. ¿Qué hacer cuando viéndote al espejo no reconozcas tu propio ser? La conciencia pesa cuando conversas con ella.
Mucho me han hablado del tenebroso de tus senderos, porque eres la cima de la montaña, aunque también el subsuelo. Cada paso es una advertencia, que son ciertas, claro está. Te caminamos cada quien, con distinto motivo, ¿el mío?, lo he dicho, no tolero más ver así las cosas y como alguna vez lo dije a uno de los que en este sendero nos encontramos: -quiero, el día que me corresponda, terminar mi ciclo, cerrar los ojos y sentir que di mi espíritu completo por esta visión, dejar vacío el vaso para sentir la satisfacción única que solo se da con estos sacrificios-.
Quiero expresarte que voy por ti, para recuperar la esperanza, ajustar ese faro para ayudar a los navegantes, para que se multiplique el espíritu de creer en un mejor mundo y que nuestro país sea más como se sueña. No sé si somos unos cuantos o varios, pero no hay vuelta atrás.
Haré lo que esté en mis manos, porque no son tiempos de dudar, sino de asumir. Considera, que no hay nada oculto bajo el sol, y que comprenderás con quienes lo observan, que cada paso, por atrevido y arriesgado que parezca, está en esta sintonía, ya que, no hay nada que perder y aquí, con mucha franqueza, no hay medias tintas.
Supuesto poder, dejo esta carta en el “supuesto” de que des-maree a algunos de los mencionados, y decirte en un chance que hagamos las pases, dejando atrás las banalidades, eres un ente transformable, para bien, espero, o más contundente, así lo haremos.
Poder, estaremos conversando, y quiero invocar, muchos más lo harán.