Fuente: El Faro Luz y Ciencia, miércoles 19 de septiembre de 2022, Ciudad de México
Por: Drusila Torres Zúñiga
Tiempo de lectura: 7mins.
La literatura como continuación de la vida social por otros medios a través de algunos ejemplos significativos es uno de los vectores más necesarios en una sociedad culturalmente despierta. En esta breve silva, Drusila Torres expone no solamente la ausencia de costuras entre el ámbito de las letras y la realidad histórica sino que propone una resignificación concreta de personajes destacados.
Como se sabe, desde 1492 comenzó a hablarse en el continente americano el español. Desde entonces, en estos lares se escribió en este idioma, preferentemente, sobre las lenguas originarias; por un lado, debido a la imposición de la Conquista y, por el otro, quizá, porque con ello se atraerían las miradas hacia los confines de América, no solo como una cornucopia de la abundancia para la corona española, sino también como un lugar donde suceden y se hacen cosas, donde habitan y hablan personas, donde se desarrolla el pensamiento y la escritura.
Fue hasta los años 60 del siglo XX, gracias al excelente ojo lector y convicción personal de Carmen Bacells (editora española, por cierto), que autores de Argentina, Colombia, Cuba, Perú y México, por mencionar algunos países, lograron ser referentes de un movimiento literario original y no meros seguidores, herederos o imitadores de la cultura europea.
Así, las autoras y autores del “boom latinoamericano” transformaron la narrativa de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días (véase la columna del 14 de septiembre), y además visibilizaron su realidad social, producto de cinco siglos de colonización y de las subsecuentes luchas por la independencia, los derechos y la justicia que, unas naciones antes que otras, fueron consiguiendo a partir del siglo XIX.
A pesar de que las y los autores del boom se dieron a conocer por sus obras de ficción, no soslayaron las problemáticas de sus pueblos. Este conjunto de escritores no utilizaron el contexto histórico como mera ambientación, de hecho, aprovecharon sus ficciones para describir los efectos de la violencia por los enfrentamientos entre gobierno y civiles, y asimismo para reflexionar sobre las implicaciones de estos acontecimientos traumáticos en los seres humanos, en la vida subsiguiente.
A continuación, enlisto algunos de los tantos ejemplos de las luchas sociales que se pueden apreciar en las novelas del llamado “boom latinoamericano”, para que sirva como guía a los lectores que deseen iniciarse en la exploración de este aspecto narrativo. Y, por qué no, para recordar que la literatura no es solo un artefacto del entretenimiento, sino que incluso puede cumplir la función de testigo de la historia y altavoz para las causas que necesitan ser conocidas por la colectividad.
Elena Garro en Los recuerdos del porvenir (1963), relata la historia del pueblo de Ixtepec (un pueblo del sur de México, históricamente de los sitios más pobres del país), durante la Guerra Cristera, lucha que se dio de 1926 a 1929, que consistió en perseguir a los practicantes católicos debido a la Ley Calles, la cual limitaba la práctica de este culto religioso.
Me había invadido un rumor colérico. Yo ya no era el mismo, con la iglesia cerrada y sus rejas vigiladas por soldados que jugaban en cuclillas a la baraja. Me preguntaba de dónde vendrían aquellas gentes, capaces de actos tan semejantes. En mi larga vida nunca me había visto privado de bautizos, de bodas, de reponsos, de rosarios. Mis esquinas y mis cielos quedaron sin campanas, se abolieron las fiestas y las horas y retrocedí a un tiempo desconocido. Me sentía extraño, sin domingos y sin días de semana. Una ola de ira inundó mis calles y mis cielos vacíos. Esa ola que no se ve y que de pronto avanza, derriba puentes, muros, quita vidas y hace generales. (Garro, Los recuerdos del porvenir, p. 174)
Gabriel García Márquez en Cien años de soledad (1967), hace un recorrido por diversos levantamientos de su natal Colombia; para este artículo destacamos las manifestaciones de las zonas bananeras en las que participa el personaje José Arcadio Segundo, y que concluyeron en una masacre. Esta escena es una recreación novelada de la matanza de los trabajadores de la United Fruit Company que se mantenían en huelga y que, tras el nulo avance en las negociaciones, el 6 de diciembre de 1928 fueron mandados dispersar de la zona de Ciénaga bajo las órdenes del general Carlos Cortés Vargas. Debido a la negativa de los trabajadores, se abrió fuego contra ellos. Hasta la fecha se desconoce el número total de asesinados, sin dejar de mencionar que han surgido varios intentos por negar la verdad.
En la novela, leemos:
Durante el día, los militares andaban por los torrentes de las calles, con los pantalones enrollados a media pierna, jugando a los naufragios con los niños. En la noche, después del toque de queda, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavía la búsqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendiarios y revoltosos del Decreto Número Cuatro, pero los militares lo negaban con los propios parientes de sus víctimas, que desbordaban la oficina de los comandantes en busca de noticias. “En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”. Así consumaron el exterminio de los jefes sindicales. (García Márquez, Cien años de soledad, p. 352)
Mario Vargas Llosa en La guerra del fin del mundo (1981), recrea la Guerra de Canudos, movilización del norte de Brasil ocurrida en 1897 en la que confluyen varios sucesos históricos que, en su interacción, provocaron disturbios sociales: la abolición de la esclavitud, la sequía, la pobreza, la religión y el cambio de siglo. Sin duda, una de las obras más ambiciosas del autor peruano.
Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz (1962), libro que otorga una visión panorámica de la historia pues nos muestra los estragos de la Revolución Mexicana en el ethos de los generales, a través de las confesiones de Artemio Cruz en el lecho de muerte. Describe además los estragos de la Guerra Civil Española, de la que es partícipe uno de los personajes de la novela.
Reinaldo Arenas en El mundo alucinante (1967) es un caso especial pues, al igual que Vargas Llosa, el cubano elige la historia de un país diferente al propio, en este caso México y sus intentos independentistas; y habla de un personaje de otro siglo: Fray Servando Teresa de Mier (en su peregrinaje por Europa, huyendo de la inquisición), para hacer una analogía, por medio de la ficción, de la persecución que vivió el propio escritor a raíz de sus críticas hacia el régimen de Fildel Castro. En palabras del mismo autor, esta es una novela, pero también una reflexión sobre la historia, la realidad y el tiempo.
–¡Ya veo su verdadera democracia!… El hecho de que yo vuelva a caer preso solo indica que México aún no es libre.
Y entraron los guardias emplumados, los esbirros llenos de medallas tintineantes, y cargaron conmigo. Con gran estrépito fui conducido a la cárcel de los dominicos y allí fui encerrado… Pero yo nunca me había sentido tan tranquilo como en ese momento en que le dije a ese mequetrefe, coronado emperador por arte de birlibirloque, todas las verdades que me bullían desde el mismo momento en que me enteré de su nombramiento y de su sistema de gobierno… Ya en la cárcel, y a la luz de una vela chisporrorreante, comencé a escribir en su contra y preparar “la verdadera revolución”. (Arenas, El mundo alucinante, p. 272)
Referencias
Arenas, Reinaldo, El mundo alucinante, México: Tusquets, 2005.
García Márquez, Gabriel, Cien años de soledad, España: Real Academia Española, edición conmemorativa, 2007.
Garro, Elena, Los recuerdos del porvenir, México: Alfaguara, 2019.
Pernett, Nicolás, “Las lecciones de la masacre de las bananeras en Colombia”, The New York Times, 6 de diciembre de 2010. URL: https://www.nytimes.com/es/2018/12/06/espanol/opinion/opinion-matanza-bananeras.html
Drusila Torres Zúñiga. Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). Profesora y escritora. Activista por el derecho a la educación y al trabajo digno. Twitter: @drusilatz