El Momento de México

La historia es una construcción colectiva, el despliegue de la conciencia socialmente aceptada, que en palabras de la gran filosofa de la época contemporánea, proveniente de la Escuela de Budapest (heredera de Marx), Agnes Heller: es la vida cotidiana la que crea la historia.

Entonces, la historia está en la creencia interna y su normalización, en la sociedad, ya sea por la autoridad o la costumbre, transfiriéndola al plano de la “historia oficial”, y sin contrariar la premisa realista de que la historia la escriben los vencedores. Sin embargo, esta se hace cierta, únicamente cuando el conjunto de individuos, la tienen por aceptada, tanto en la sociedad vencedora, como en la que se cree vencida.

Las naciones se hacen de mitos, de política que oficializa los comportamientos y modos de ser que están arraigados en las entrañas de su propia descendencia. Hay una multitud de factores y actores que danzan por poner en el plano de las instituciones las mejores reglas del juego y entre ellas mismas, figuran como un telar irregular donde necesariamente deberá convivir con otros telares, y en su caso, supeditarse o superarlo, mientras que, quien logra el convencimiento de la totalidad o de la mayoría de los miembros del Estado-nación, ciudadanos y autoridades por igual, lleva la ventaja.

Es decir, para que la mentira tenga efectos, debe tener algo de verdad y repetirse, hasta que sea, la mentira, la única verdad.

Es fácil (cuando se tiene los medios), jugar con las circunstancias, y llevar a la confusión entre lo que nuestros contextos nos orillan a priorizar, a lo que será el destino manifiesto de toda una Nación. El engaño desde los simbolismos más esenciales de los pueblos, es el medio más económico y sostenible para preservar el dominio.

Se dice de México, que, como Estado-nación soberano, ha sido pueblo colonizado, que vive condenado por ser pueblo conquistado, y, además, que debe convivir con el pecado en sus venas entre el mestizaje del vencedor y el vencido. También se cree, que por su posición entre su “triste historia” en comparación a su vecindad territorial en el norte, será “imposible” que tenga otro rumbo, más que de una nación subordinada y sin dientes, “pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de…”. Hay una denotación, que por generaciones ha sido la historia oficial.

Y la efectividad de esa creencia, trae por consecuencia otras enfermedades, porque una sociedad que se cree vencida, duda de sí misma y de su prójimo, desarrolla el estado del “sospechosismo” en cada uno de sus círculos sociales y políticos. En el espacio de toma de decisión del Estado, provoca cualquier acción contraria al bienestar, la justicia, la seguridad, la libertad y la igualdad de quienes tuviera que representar. No importa la escolaridad, rango o nivel económico, si en su núcleo interno, el alma misma del individuo como agente social está engañada, mirará y hará todo lo contrario a la solidaridad.

Pero, ¿cómo remediar el enjambre del engaño? ¿Acaso existe alguna sociedad que no haya sido conquistada o haya conquistado? ¿Verdaderamente los imperios o Estados-nación desaparecen o sólo de transforman en nombre o naturaleza? ¿No es más antiguo y formidable la historia de un pueblo que puede renacer en entendimiento de que en los largos siglos pasados y los que vendrán, las circunstancias cambian y la llama de su voluntad, estaba aguardando para renacer?

Por fortuna nuestra, se han mantenido en cada periodo histórico, las luminarias que recuerdan la gloria de México.

Por mencionar convenientemente algunos hechos que evidencian la virtud mexicana: la aportación desde la antigüedad a la ciencia del tiempo que supera la gregoriana; además, ha sido el primer sitio en la región para la imprenta, así como la universidad; -en honor a Benito Juárez-, país clave para garantizar el hemisferio americano y el no retorno al colonialismo europeo, y, por tanto, el fin e inicio de un orden mundial; fundador de la primera constitución con derechos sociales y el juicio de amparo ahora universalizados; casa de las migraciones y el refugio que dignifica a la “raza cósmica de Vasconcelos”; y en estos momentos ¿cabeza de una nueva forma de hacer política? El presente y su futuro lo determina.

El germen de la gloria, para la corta vida de una persona, puede ser imperceptible, porque es más capaz de reconocer su pasado, pero difícilmente dimensiona su futuro, -con sus excepciones, como en visionarios particulares y Estadistas-.

Alexis Tocqueville publicó “Democracia en América” en el siglo XIX, quien, como francés ávido de conocer las características de los Estados Unidos de América, profetizó su gloria, también la bipolaridad y su advertencia. ¿Cuántos siglos transcurrieron para cumplir sus pronósticos? ¿Qué tanto fue su verdad científica o un mito creído por la nación que conocía sus virtudes?

Ahora México, denominado así, ya sea por ser el “obligo de la luna” (metztli de luna, xictli de ombligo y co de locativo) o el lugar del águila o del señor Huitzilopochtli (Mexi); ha iniciado su tiempo, únicamente debe mirar al fuego que siempre ha estado encendido.

El símbolo es mito, el mito profecía:

+ Cuando el dragón surja del oriente y se confronten los polos, cuando la mujer dormida deje de ser blanca, en el ombligo de la luna ascenderá el jaguar negro que romperá las cadenas que despertará el fuego de los individuos, abrirá las puertas para que el flor y el canto broten, y el tiempo traerá tormentas y erupciones, pero sólo será fuego de la tierra para arar, y otros lustros pasarán después del descenso del jaguar negro, y la águila blanca ascenderá para que, con la luz del sol, lleve la gloria a los habitantes de la luna y un árbol de esperanza al mundo. + El jaguar negro y la águila blanca.

Casa Editorial El Faro
D.I.G.A.

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