Por: Halyve Hernández Ascencio
Mujer, sábelo, en ti se aquilatan los deseos de lo que tú eres, y es lo que le da sentido al ser y al estar que te pertenece. Es un derecho inalienable, el que implica lo que en esencia eres, el que debe manifestarse en la expresión de tu cuerpo y de tu mente. Don que te fue dado en gratitud por el Hacedor del Universo; el que te entregó todo lo creado para tu disfrute, para que ejercieras en propiedad esta dádiva, en este hoy y aquí terrenal, dado que eres una absoluta unicidad en la vastedad de todos los ti mismos.
Mujer, no temas caminar tus propios pasos, porque en tu definición de unicidad y libre albedrío, siempre e infaliblemente, serás una actitud certera en lo que gustes decidir; porque, este don que te fue otorgado desde tu nacer, siempre se ha manifestado en tu yo de independencia, punto sustancial, que se encuentra ubicado por derecho propio, en esa dimensión abierta y libre que te fue otorgada para que no la ubiques en el temor que te reduce; sino que debes situarte en el desboque que llene los vacíos yermos, justo para que estos se aneguen del jugo exprimido de todos los sentidos; para que en ello, seas sólo tú en tus disfrutes, en los instantes del destino propio con signo de hallazgo, que por ser tú, te diferencia de los otros, los que por la lógica de lo obvio no pueden lo que tú eres.
Mujer, vivir pues, efectuando, no restas que te reduzcan, sino sumas que te enriquezcan, esto es lo concerniente; y en tus vivencias, no te cuezas en formas inaprensibles, en formas fantasmales, sino que expándete en gracia de aperturas en las que tus propias decisiones, a ti misma te digas: -Yo no soy parte de otras historias, sino que yo soy mi única coyuntura y propia historia-.
Mujer, lo bueno y lo malo no es el concepto que los otros desde su reducido criterio te han dicho y embutido que ese es el camino a seguir. Lo auténticamente bueno, es aquello que es congruente con lo que quieres y sientes, lo demás, es sólo la ablación machista y criminal de las mentes artríticas y egoístas que quieren reducir tu libertad de vuelo.
Mujer, ser tú, es reintegrarte al centro, al derecho natural de lo que te da la inercia desfondada de tus propias decisiones, ahí donde tú sensibilidad no abdique a nada, ni a nadie, ahí donde tu libre albedrío sea decisivo y contundente, justo para darle rienda suelta a la definición de tus propias y únicas decisiones.
Mujer, la historias que escribas sólo puede ser tuya, cuando te ubiques y te llenes de espacios y tiempos concluidos solo hechos por tus propias manos, las que debes firmar con sonrisas ampliadas en el íntimo secreto del tejer tu propia tela.
Mujer, la clave de hallarte, consiste en ser tú misma la expresión individual de tus propias experiencias. No hacen falta los otros ni lo otro, porque lo otro y los otros, son justamente eso, “lo otro y los otros”.