Primera parte del Ensayo Literario: “La Infinitud del Segundo”.
I
La pieza cronológica que compone la dulzura de estos pensamientos:
Sentémonos a pensar por un segundo, -sí-, detengamos la rueda, para pensar en esa tenue briza que todo lo contiene, el tiempo mismo sobre y para sí mismo. ¿Acaso es locura?, quizá esta sea conocida por los ojos que atraviesan el velo del tiempo.
Pensemos en el valor justo de ese segundo, ¿el segundo?, ¡precisamente!, como el objeto de nuestro pensamiento; un mínimo periodo para dedicarlo a su propia envoltura, para obrarlo a él, y que, al entonarlo como alabanza y cuestionamiento, es para el sí mismo único de este tiempo personalizado: para Cronos.
Ofrezcamos un segundo para dedicarle nuestro tiempo relativo. Será un diálogo con el Señor controlador de toda vida y cualquier circunstancia.
Rindamos respeto y miremos a su descendiente más conocido y cotidiano. Pensemos sólo y únicamente en el segundo, el hijo más pequeño de Cronos; tan a la imagen y semejanza de su padre, una delimitación, como todo su significado, una medida del tiempo.
Ese segundo que toma su sagrada ocupación: ser el contenedor de todas las mínimas circunstancias irrepetibles; porque todo en él pasa. Tomando lo que se da, como el agua de lluvia que ha caído en sus concavidades más profundas, y que, al entrar en el recipiente, atraviesa de lo que era imposible, irreal, para vestirse de posible, porque ha sucedido, está en el estar; está escrito en la misma piedra que figura lo que es un hecho en él mismo.
El segundo, que tuvo su “ocasión”, su propia y particular personalidad vestida de lo sucedido; que otorga a sus otros hermanos, gemelos, evidentemente, el otro tiempo; y en él, en que se posaba el presente -que estábamos pensando-, y que pasa a representar nuestro yo pasado.
Esos segundos hermanos, que cruzan presurosos, cogidos de la mano, que evocan, se convierten en la historia misma de todo aquello que lo contiene, el todo en sí de nuestra conciencia desplegada a través del propio tiempo. ¿Quién o qué se puede ir de sus manos? Somos tan cercanos, pero, también, tan lejanos.
¿Cuánta es nuestra distancia? Nosotros, sus habitantes, y él, el contenedor de lo posible, nos desconocemos tanto que sólo nos comprendemos en lo alterno de mundos posibles: únicamente con el encanto de lo ensoñado.
Nuestros mundos no son posibles más que en las atmósferas imaginadas; la mano dada entre la célula y el cerebro pensante y personificador del cuerpo; y la ensoñación, es la interpretación despierta de nuestros sueños personales.
¡Bendita irrealidad! Los imposibles se conjuntan.
El segundo, sin molde lógico, y nosotros, con nuestra supuesta lógica; pero ambos, en lo posible; sitio donde queremos de lo otro; porque para conformar el cuadro de la totalidad, las partes deben anhelar lo ajeno a ellas, ¿Nosotros y Ustedes? Así somos y seremos.
Las diferencias tienen sus encuentros. Usted Cronos, yo Humanidad.
Como seres humanos, con sus similitudes; como la humanidad que siempre anhela y que teme lo distinto ¿Acaso, podemos pensar, simular que tomamos las pieles del segundo? ¿Imaginar ser el segundo mismo? ¿Lo dimensionamos?
¿Sienten la sensación que proporciona ser todo en el mínimo periodo? Hemos descubierto: ¡Qué limitada es nuestra materialidad! Porque para ser el segundo, desbordaríamos más allá de nuestra composición corporal hasta obtener la locura.
Sí, la locura llegaría con tan sólo imaginar por un segundo ser el segundo mismo, porque esta pequeña pieza, es la dueña de la totalidad de lo que en ella ha sucedido, sin excepción, -y más allá de nuestra humanidad-, pero, … con la que le hemos dado tributo.
¿Dónde está nuestro poder ahora? ¿Habrá existido alguna vez?
Sin embargo, esta, nuestra frágil figura, es tan envidiada por Cronos, el “dios perfecto que todo lo contiene”, como nosotros a él.
¿Cómo es posible tal ilógica? porque le es ajeno nuestro más dulce atributo, la sensibilidad, ¿quién o qué no apreciaría la exquisitez de la vivencia? Porque, está vivo aquello que siente, y entre las concavidades del tiempo, está lo sensible.
¿Qué yace en las concavidades del tiempo? La sensibilidad.
A pesar de que el segundo permite dar forma a todo, él mismo no lo tiene, no le pertenece más que en la abstracción de sí mismo, porque imaginarlo, significa que ocupe algo; sin embargo, para evocar dicho milagro, su existencia como definición, únicamente es posibilidad, porque tiene nombre, dado, en este caso, por la humanidad.
¿Los dioses nos han creado?, o ¿nosotros los hemos creado a ellos? Es la palabra no dicha lo que formó todo lo visto ante nuestros ojos.
Ese segundo, que sabe de la potestad de sus habitantes, quienes deben nombrarlo para existir, y a su vez, requerimos de su tiempo para poder vivir. Humilde paradoja que nos unifica y que sólo hay un camino que hace posible tocarnos mutuamente (yo y el segundo) concedida por la herramienta de la ensoñación: la imaginación.
¿Imaginación?
¿Estamos hablando de un segundo mundo fuera de la potestad de las manecillas? Porque sentarse -en la misma mesa-, con Cronos y sus hijos, significa ser ajeno a sus reglas, pero, … sin extinguir las coincidencias. Nuevamente, ¿es la imaginación de la que hablamos?
La Sensibilidad, aunque envidiada por el Tiempo, sigue dentro de ese espacio de nuestra existencia introducida en su propia vasija, pero sin poder tocarla, sigue ahí. Sin embargo, la Imaginación, – cosa o acción más allá de o en algún lugar del pensamiento-, no tiene reloj que lo controle más que en su materialización hecha por la palabra dicha o no dicha (la acción dirigida entre la creación mental y el proceso de los sentidos). ¿Dudamos de este planteamiento?
Para ello, los cuestionamientos se dan (de mí hacia los otros): ¿Acaso, imaginar un objeto nos lleva el mismo periodo de creación (si es que lo hay) que materializarlo en nuestro tiempo-espacio tan exigente? ¿Tardaremos (por tiempo) cada uno, los mismos segundos en imaginar las dimensiones y creaciones de nuestros pensamientos? ¿Habrá infinitud en el pensamiento? Hagan una pausa … -sueñen con el no tiempo-.
¿Y si en un segundo se puede pensar la eternidad? … Esto es: la Infinitud del Segundo.
«Soñaba con toda una vida … hasta que desperté ni al principio…»
Escrito por: Dora Isabel González Ayala
«Isadora Gonzaya».