Fuente: El Faro Luz y Ciencia, viernes 8 de mayo de 2020, CDMX.
Escrito por: Karla Regalado* Miembros de la Red Juvenil El Faro/Agenda 2030.
El 30.7% del planeta está cubierto por bosques, son nuestro oxígeno y elemento natural para combatir el cambio climático, pero, 13 millones de hectáreas de bosque desaparecen cada año y a ¿qué nos ha llevado?, entre muchas de las estimaciones del origen del SARS-CoV-2 lo responsabilizan a la invasión de ecosistemas terrestres. Aun así, sigue infringiéndose daños irreversibles.
¿Cómo el COVID-19 se familiariza con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 15?
El Objetivo de Desarrollo Sostenible ODS 15: Vida de Ecosistemas Terrestres de la Agenda 2030 busca “proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica”, acompañado de diez metas, se conforman de los valores de los ecosistemas y la biodiversidad en la “planificación, los procesos de desarrollo, las estrategias de reducción de la pobreza y la contabilidad nacionales y locales, y la de movilizar y aumentar significativamente los recursos financieros procedentes de todas las fuentes para conservar y utilizar de forma sostenible la biodiversidad y los ecosistemas”.
Leer más: Objetivo de Desarrollo Sostenible 15: Vida de Ecosistemas Terrestres. México
De ese 30.7% de espacio planetario conformado de bosques, parte de los ecosistemas terrestres, habitan 8 millones de especies, de las cuales un millón están en riesgo, mientras que las regiones montañosas proveen del 80% del agua dulce de la Tierra, la flora aporta el 80% de la alimentación humana y la polinización es responsable del 75% de las cosechas agrícolas mundiales, es decir, alrededor de 1,600 millones de personas dependen de los bosques para su subsistencia, incluidos 70 millones de personas indígenas.
En cambio, por la irresponsabilidad humana directa o indirecta, se están perdiendo 13 millones de hectáreas de bosque cada año, la degradación persistente de las zonas áridas está provocando la desertificación de 3600 millones de hectáreas, con una reducción de la productividad en un 23% en el conjunto de las áreas terrestres (la pérdida de tierras cultivables se estima en 30 a 35 veces la tasa histórica) y afectando al 75% de las poblaciones en situación de pobreza en el mundo. A lo anterior, se incluye acciones que intensifican los daños como la caza furtiva y el comercio ilegal (de casi 7.000 especies de animales y plantas denunciadas como parte del comercio ilegal en 120 países), la sobreexplotación agrícola, la mala gestión de los residuos y vertidos, entre otros puntos.
Leer más: El estado de los bosques en el mundo. FAO 2018 (en inglés)
Todo ello, arriesgando $125 billones de dólares por año, que es el valor de los ecosistemas para los medios de vida y el bienestar humano. A pesar de estas cifras, sólo el 15% de la tierra se encuentra bajo protección, mientras el número sigue reduciéndose.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE ya ha puesto la advertencia sobre la acelerada pérdida de biodiversidad global como la “sexta extinción masiva” y como uno de los grandes riesgos a la economía del siglo XXI. El Pacto Global por la Agenda 2030 compuesta del sector privado, ha extendido recomendaciones al respecto.
Leer más: Empresas y organizaciones ante el ODS 15
De lado del Grupo Banco Mundial, han establecido mecanismos de financiamiento para apoyar al ODS 15, entre los cuales destacan el: Fondo del Biocarbono, el Programa de Inversión Forestal y el Fondo Cooperativo para el Carbono de los Bosques.
En cuanto a México, el artículo 4º de nuestra Constitución expresa que “El Estado garantizará que toda persona tenga derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar” sin embargo, 56% de las personas que viven en pobreza se ven afectadas directamente. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales SEMARNAT, en el territorio nacional hay 182 Áreas Protegidas que abarcan el 11% del territorio continental e insular emergido; 34% de la superficie total del territorio es de bosques y selvas; y poco más de la mitad presentan algún grado de degradación; concluyendo un costo económico al país del 3.6% del Producto Interno Bruto PIB. Aunque, dentro de los casos exitosos, el 80% de los ecosistemas habitados por comunidades indígenas se encuentran en buen estado.
Leer más: Ecosistemas Terrestres. SEMARNAT
El Gobierno de México ha ido integrando una serie de políticas y marcos para proteger los ecosistemas terrestres, desde su Ley General de Vida Silvestre y la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente; hasta más allá de la Estrategia Nacional sobre Biodiversidad de México ENBIOMEX 2016-2030 derivado del COP 13 y el apenas finalizado Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 en relación a las Metas de Aichi del Convenio sobre la Diversidad Biológica, resaltando el Programa para la Protección y Restauración de Ecosistemas y Especies en Riesgo PROREST de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas CONANP, cuyo propósito es promover la conservación y restauración de los ecosistemas representativos de las ANP, compuesto de cuatro puntos desde el estudio, la conservación, la vigilancia y la restauración.
Leer más: Programa para la Protección y Restauración de Ecosistemas y Especies en Riesgo (PROREST)
La amenaza al ecosistema nos alcanza: COVID-19
Como bien expresan algunos actores internacionales, este 2020, se suponía que iba ser el «Super Año para la Naturaleza», en la puerta estaría (o está) el Congreso Mundial de la Conservación, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos y la Cumbre de la ONU sobre la Naturaleza, asimismo se establecería el “Marco de Biodiversidad Post-2020” (con la finalización de las Metas de Aichi) y se lanzaría la “Década de la Restauración”, pero el COVID-19 llegó a la puerta.
Actualmente todo el mundo está viviendo una emergencia sanitaria grave: el Coronavirus o COVID-19, nacido en la Ciudad de Wuhan, en China, el cual ha cobrado hoy 269,564 vidas y la pregunta de su origen sigue en discusión.
El Gobierno chino, con el apoyo de la comunidad científica, así como la Organización Mundial de Salud OMS, han estimado su origen como una “enfermedad zoonótica”, es decir una enfermedad transmitida de un animal a un ser humano, poniendo en la lista al “pangolín” (sin ser aún certero porque no ha aparecido el paciente cero), descartando el contagio por el simple consumo de una especie en particular, esto por la errónea campaña contra el murciélago y la comunidad china en general.
En relación con ello, la mayoría de los medios de comunicación con base en supuesta “información científica”, han hecho declaraciones errores culpando de esta pandemia a los murciélagos como especie portadora del virus, y a los pangolines como especie que lo transmitió al ser humano, provocando comportamientos agresivos de los humanos a estas inofensivas especies. Las 1,400 especies de murciélagos del mundo desempeñan el papel de sostener la salud de los ecosistemas: son polinizadores; dispersores de semillas; controladores de plagas de insectos; entre otras muchas funciones y apoyos ambientales.
¿Pero cómo fue posible este producto “zoonótico”? Una de las razones principales, se encuentra en todo el “proceso de comercialización” de animales retirados irresponsablemente de su área: desde el traslado de su hábitat natural al punto de comercialización, que, en ese periodo, las especies silvestres se estresan, bajan su sistema inmunológico, permiten la producción de virus, que para este caso fue un coronavirus que puede transmitirse a otras especies. Es decir, el haber invadido el ecosistema terrestre y no cumplir con el ODS 15, nos ha llevado a una pandemia global.
Y puede que haya más si seguimos sin cambiar los modos de operar. Se considera que, de las 5,400 especies de mamíferos conocidas, pueden albergar unas 460,000 especies de virus, la mayoría inofensivas para los humanos, pero un pequeño porcentaje pueden representar amenazas.
Continuando con la línea sobre el COVID-19, a medida que este virus se ha ido propagando al grado de ser catalogado como pandemia, las personas, empresas y gobiernos están cambiando sus comportamientos y patrones cotidianos para evitar el contagio. Como consecuencia, se han producido efectos inesperadamente beneficiosos no sólo para el medio ambiente, sino también para los seres vivos, lo que resulta favorable para el este ODS y puede ser la avanzada a continuar de manera generaliza y en todos los entornos con los compromisos de la Agenda 2030.
Como estableció Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en su artículo sobre la pandemia de Coronavirus:
“una economía diferente debe surgir, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del planeta son una y la misma cosa, y ambas pueden prosperar en igual medida”.
Asimismo, lo más sonado en los medios es que gracias a la cuarentena, los animales deambulan libremente por las ciudades sin sufrir riesgo por el contacto humano como en el caso del desove masivo de las tortugas marinas que llegaron a la playa india de Rushikulya. De igual forma, las especies han encontrado el escenario perfecto para la reproducción como los pandas de un zoológico en Hong Kong. Estos sucesos ayudan a entender la importancia de la conservación de cada una de las especies y, por lo tanto, a mantener la biodiversidad de nuestro planeta, meta importante del ODS 15. Esta pandemia nos enseña que sin los humanos la vida continuaría su ciclo retomando lo que le pertenece.
Finalmente, el COVID-19 ha sido una amenaza para la raza humana, pero también ha logrado llegar a la conciencia de todos, mostrándonos la importancia y el debido manejo que se le debe dar a las diferentes formas de vida que nos rodean. Si cambiamos nuestros hábitos de producción y consumo de recursos procurando siempre cuidar de los ecosistemas terrestres podríamos llegar a un equilibrio con la naturaleza, ya que la implacable invasión urbana hacia las áreas naturales, la pérdida de la biodiversidad, la utilización de mercados con animales silvestres provoca que haya más contacto entre animales y humanos y, por lo tanto, haya más brotes de nuevos virus de origen zoonótico.
Debido a esto, la creación de políticas apoyadas en el ODS 15 entorno a la eliminación por completo del tráfico ilegal de vida silvestre, el impulso de mercados con producto sostenible y la gestión de áreas protegidas serian fundamentales, ya que la naturaleza es crucial para nuestra propia supervivencia.
Twitter: @karlaregalado17.