El México propio: vida e historia (XIV)

Una segunda casa

Fue un 2011, que iba rumbo a mi registro en la UNAM para ingresar a la licenciatura en relaciones internacionales, pasando por el transporte y bajando a sus puertas un tanto extraviada para encontrar la ventanilla y toparme con un sinfín de alumnos en la misma sintonía.

Mientras esperaba mi acceso a la ventanilla, germinaron vario pintos pensamientos sobre lo que dejaba atrás y estaba por comenzar: primeramente, todos mis conocidos de la primaria, secundaria y media superior, no los vería ahí y hasta la fecha, en que tan solo he coincidido con unas escasas 10 personas; también, la vida en la librería había acabado, porque de hecho se había clausurado por el rendimiento físico de Alma Rosa a quien visité ocasionalmente hasta que dejó este mundo; y propiamente mi expectativa de vida, en que el plan era muy distinto a lo esperado aunque en esencia era lo mismo respecto a la meta final.

Surgieron torrentes de dudas: ¿qué personas conoceré? ¿a dónde me llevará este camino? ¿qué lograré? Era una emoción complementada con temor.

Simultáneamente, en esas fechas encontré a otras personas como grandes amistades que dieron mucho valor a mi vida en 2011-2017, de quienes, sin decir necesariamente sus nombres, leyendo esto, sabrán perfectamente que me refiero a ellos.

Uno, fue un entrenador de capoeira, quien además de darme un apodo como era la tradición de este arte brasileño, de nombre “Coruja” (lechuza en portugués), me enseñó a contemplar la expresión de otra forma y reflexionar lo que somos desentrañando memorias pasadas y sensibilidad. Por cierto, quiero hacer un paréntesis, porque en eso de los seudónimos, también era una tradición de la niñez en estos famosos “scouts” en los que participé, en que me dieron el nombre de otra ave “Huitzi” (colibrí en nahuatl) básicamente por ser pequeña y que no me estaba quieta. Regresando al punto, fue hermoso este arte marcial, porque además de fortalecer el cuerpo, permite congregar con uno mismo.

Otro de ellos, era un músico, pedagogo y filósofo, ahí sí digo el nombre, Raúl Cervantes, que empezó dando clases de guitarra a mi hermano, y que, con ciertos santos y señas parecidos a los amigos de esa librería que ya he contado en capítulos anteriores, es que descubrimos que como maestro-alumna podíamos empezar un seminario filosófico (a la par de mis clases de guitarra) que duraría toda mi universidad realizados los sábados. Fue por él que ahondé en el descubrimiento del ser y asimismo, fue por su inspiración que hice esa tesis de licenciatura basada en el sistema educativo mexicano y el impacto de las políticas internacionales. Investigamos de todo, desde los filósofos, sociólogos, arte, religión … y más.

Pero también adquirí otro valioso conocimiento más de la política, basado en Javier Wimer Zambrano, con quien Raúl había convivido bastante y formó en música a su hija. Este personaje que pueden googlear, fue nodal para la ola democrática de México y la diplomacia, dicho por el propio Porfirio Muñoz Ledo que tanto lo respetaba que hasta un documental le hizo cuando falleció. De sus anécdotas y escuela, es que supe otra cara de la vida de México en la toma de decisiones fundamentales, las que hoy me está funcionando en gran medida. Es más, cada día más.

Alguien más de igual forma llegó a mi vida, alguien que quise mucho, con quien emprendí nuevamente la aventura de enfrentarme con la naturaleza y en grupo defender las causas nacionales, más como patriotas que como partidistas. Su familia me acogió, tanto la sanguínea, como por decirlo así, la espiritual y fraterna. Con él y estos círculos de grandes amistades, pasamos muchas experiencias, que debo decir, al final, terminaron siendo un ciclo de cinco años y que como un café dulce-amargo ha puesto en mí, sentimientos encontrados.

Sin ahondar mucho en este capítulo, solo haré mención, que el día que lleguen a tener una hermandad tal con personas y llega a destruirse por una fuerza externa, provoca en uno dos sensaciones: la de nunca rendirse por ellos y la de un dolor-añoranza que hay ocasiones que se convierten en cuervos volando nuestros sueños.

Han de decir, para quienes han dado seguimiento a mis capítulos, que mantengo una escena de drama en cada etapa, que no es ni la más grande, ni la más pequeña comparada a otras, pero es la que tocó y si hasta los dramaturgos dicen que la vida humana es en sí una tragicomedia con muchas contradicciones, ¿porqué no lo es esta? La diferencia quizá está en que la reflexionamos con sentido dentro de nuestras imperfecciones.

Y créanme que a veces uno reflexionando de la pequeña entidad que somos comparados con el universo, en que hay personas que han pasado a la historia y otras que no, se pregunta ¿en qué radica que haya sido así?

Inevitablemente para los curiosos, terminamos investigando la vida de los “grandes personajes” y nos damos cuenta que no eran seres perfectos, encontrando conquistadores como Alejandro Magno que flaqueaban en sus asuntos familiares y amoroso, o reinas como Isabel de Inglaterra, que se le daba las groserías y el mal carácter, con que tal de Churchill que era amante de la bebida y el puro, Madero y sus creencias, Juárez con sus reservas, Morelos en su permanente migraña; bueno, así la podemos pasar enlistando los casos, hasta concluir que lo único que tenían en común fue la visión y la persistencia, casi siempre rompiendo patrones, para llegar a un objetivo en la coyuntura indicada.

Yo quiero llegar a eso, sin por tal ser un personaje con muchos vicios, porque aspiramos a la perfección, siendo humildes en considerar que tenemos nuestros demonios con qué lidiar, pero considerando que queremos estar en los libros de texto como aquellos que hicimos un gran cambio o en este caso, la gran política, de esa que ve por las próximas generaciones.

Debo confesar, que esto hace poco se lo conté a un personaje que ya ha hecho historia, que sin decir su nombre empieza con Cuauhtémoc y acaba con Cárdenas, y me dijo que estaba amolada si todo lo hacía por eso, a lo que tuve que aclarar que sí tenía mi ego, pero si era por algo más elevado, pues, quería cerrar los ojos en mi último aliento pensando que hice todo lo posible para dejar las cosas mejor en México y el mundo. Ya lo había dicho pero lo retomo.

La pedrada fue doble, porque el domingo, en un sermón me hicieron reflexionar sobre la humildad y que más que terquedad es sabiduría a lo que hay que aspirar. A lo que no tengo nada que refutar, siendo que amamos la lucha y la conquista de nuevas realidades.

Así que sí, mi vida no es extraordinaria, si se compara con toda la humanidad, hay casos mucho más fatales y duros, y a su vez otros mucho más aterciopelados, pero aquí nos tocó vivir diría Pacheco, y de todo esto que me ha pasado en vida, la única sombra que aparece luego en mis sueños o por objetos y lugares que me retornan a la memoria con dolor y esperanza es esa, la de esa verdadera hermandad que ya no está.

Pero bueno, eso es historia para otro miércoles, mientas tanto, en ese 2011 que tenía 17 años, llegué a las aulas a confirmar que mi decisión fue la correcta, metiéndome en cuanto podía y empezando mi primer trabajo en nómina (justo cuando cumplí los 18) como ¿qué creen?, docente para preparar a los jóvenes que querían hacer su examen de ingreso a la media superior y superior.

Repito, si siguen el hilo de mis historias, en la anterior publicación, mencioné que me metí a un curso de preparación y a la mera hora de ir a turismo en el IPN, me pasé a relaciones internacionales en la UNAM; pues, tan ahí andaba, que terminaron dándome la clase de historia.

Todo se daba en mejor color para esas fechas: universidad, empleo, naturaleza, seminario y grandes amistades. Fue una gran época, porque se había cumplido varias expectativas, a excepción de una: poder votar en la elección por la presidencia en 2012. Por unos meses de diferencia no pude y así me tuve que aguantar seis años más siendo como toda una universitaria, una crítica del sistema, pero más racionalmente porque para mí mal o buena fortuna ya había probado la experiencia a mis 15 años con las amistades más grandes que eran universitarios en esos momentos.

Finalmente, y con esto cierro, habrá otro personaje que a partir de 2013 daría un giro a mis intereses y me regresaría a Benito Juárez: Benjamín Laureano Luna, del que seguiremos contando más adelante, de la mano de mi maestro cómplice de mis locuras: Halyve.

Que rápido se pasa el tiempo ¿no? a veces cuestiono su exactitud y su relatividad, y que, en este camino, igualmente uno piensa si las cimas (como alegoría de llegar a un, en este caso de la polis) deben ser necesariamente tan sola, porque el pueblo nos puede rodear con su amor y el equipo respaldar, pero ¿quién podrá ser el guardián de nuestros desasosiegos que se cargan con semejantes responsabilidades? Dios quizá, si no hay hombre o mujer; porque generalmente se sufre de la paradoja de querer ver las magnificas obras concebidas más no ser parte del proceso que en un inicio fue poco creído y de hecho son los dogmáticos de los grandes líderes los que más rechazan a los que están por venir, repitiendo el ciclo de la lucha. Ironías.

Algún vez me lo dijo un amigo llamado Juan de Dios, que en este camino de luchar por causas y dedicar tu vida, habrá una gran mayoría que duda, misma que podrá ser gran crítica y paulatinamente te respetarán y después admirarán, y que si no fuese así, entonces ¿dónde se hallaría el cambio de pensamiento? si el 0.0001 por cierto que te entienda desde un inicio ya lo sabía. Y … me recordaba, que más doloroso puede ser, que tengas la suerte o no de tener un cómplice de los sentimientos humanos de alguien que esperan sea perfecta, porque es inevitable que quieran ver a una divinidad en quien es su semejante.

Quizá por eso les escribo, porque quiero creer que les esta llegado este mensaje donde quiera que estén y hagamos una hermandad desde las letras, porque navegamos el océanos y algún día tocaremos puerto.

Les mando un abrazo.

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