Nos diremos las netas: hay un nuevo rumbo
¿Me extrañaron? Yo a ustedes, pero me alegra que, ante la trinchera de mis responsabilidades, con un ojo al gato y otro al garabato, mis nuevas encomiendas han puesto de moda lo internacional (porque fue el encargo actual desde donde hilar), pero también entrelíneas, ya empieza a extender sus raíces algo del proyecto de nación nuestro.
Y es que, aunque lo nieguen algunos y otros lean esto como un exceso de flores, bueno, el tiempo nos dará la razón, porque, con prueba firme puedo decir que, toda persona que me ha conocido sabe que traemos algo distinto que les resulta atractivo como un imán, y provoca que como una caja de resonancia repliquen lo que de esta mente y corazón se está construyendo, claro, como esa admiración en la mitad de las personas inicialmente es silenciosa, genera rebeldía, por tanto, lo que primero sale a la luz es negar el curso histórico de lo que representaré (que en realidad es “representaremos” siendo heredera de una voluntad), como ese temor de esa roca en el espacio de terminar siendo un planeta en una órbita gravitacional dentro del sistema solar.
A esa rebeldía y ese modo de ser que me admiran o admiran algo en silencio, les digo con una tierna sonrisa en mi rostro: -no teman, dejen de negarme, porque no compiten conmigo, porque he puesto mi vida entera a un fin y ustedes están en ese plan-.
Quiero que tengan esperanza querida comunidad, ese cosquilleo que les da cuando ven que sale de mí algunas palabras que representan creación y espíritu, no son incorrectas, porque de este lado, sí es el sitio que nos llevará a un mejor lugar, porque a quien perciben, es más allá de Dora, sino, el fuego de los que optamos por dejar todo por la humanidad.
Hoy cumplo 10 años que firmé ese compromiso en piedra sin vacilar de a dónde quiero llegar para concebir lo que en mi mente y corazón está, y veo ahora que quienes les he prometido que no habrá paso atrás a esa convicción de llegar para dejar un mejor México, mucha razón tenían de lo que hoy me ha tocado vivir: -la epopeya del héroe o del líder por primera vez escrita sobre Gilgamesh, siempre estará vigente, en la que el personaje vivirá resistencias a lo largo de su camino para que después eso lo unja en el lugar que todos lo que lo conocieron presentían que llegaría, generando un efecto molotov para un nuevo mundo-. Repito, no es exageración, sino coyuntura.
Las aguas se están removiendo, y lo que vemos ahora en el poder, ya cumplió su objetivo y como ausencia de sentido, ya se percibe como más de lo mismo, con una faltante de algo que renovaba la fuerza del pueblo; y es que los momentos históricos no son líneas rectas sino espirales, en que debe pasar nuevamente una curva para que surja otro movimiento.
El movimiento que estamos construyendo se basa en la dignidad y la esperanza, porque nuestro deber es ser faro en el camino, extender la mano y acoger su sueños y miedos para cubrirlos, solo deben dejar ese ego lleno de incertidumbres para sin temor, brillar con la guía correcta.
El país lo necesita, necesita nuestra unidad, porque estamos pasando por los tiempos más turbios de nuestra historia, en que no se ha alcanzado a enraizar el amor mutuo como mexicanas y mexicanos que nos llevará a la grandeza, en cambio, se dejó el parloteo de un mensaje poco entendido y el método de construir a un yo y el enemigo que esta generando divisiones profundas entre nosotros. Esa forma de gobernar sin alma, entrepuesta por logros ajenos, intereses y cortinas de humo, caerán, más pronto de lo esperado y todos tienen derecho de rectificar su color.
¿Qué caracteriza esa unidad que estamos edificando? El mayor de sus anhelos y las obviedades del pueblo: igualdad, seguridad y progreso, ¿cómo llevarlo a cabo? Con la voluntad del pueblo puesta al frente y rompiendo lo que estorba: el argumento ideológico de estar con el pueblo sin estarlo.
¿Tan simple? Sí, porque la base de todo es el bien común y el humanismo, es tan claro con el cielo y tan resaltante como el sol que nos da calor, puesto que el salto histórico de las naciones se ha dado cuando el pueblo marcha al mismo lugar.
Con esperanza y amor, pero mano firme, el que ha recaído en encontrar la felicidad a través de las sustancias y enriquecerse por medio del daño al prójimo dejaría ese camino porque sabe que hay una alterativa; el que ha acumulado riquezas engrosando la desigualdad sabría que nada de eso le dará la alegría esperada y distribuiría por la nación; el que se sienta en la silla con una responsabilidad lo haría con apremio y pensando que a quien sirve es al pueblo; los sabios no se esconderían en bibliotecas y en sus escritorios y se les daría sitio en el consejo para extender su conocimiento al servicio de progreso; el ciudadano sería ojos y oídos de lo justo y grandioso. Vaya, es utópico pero esperanzador lo más común de los razonamientos y tan difíciles de encausar.
Para ello, nos ha tocado caminar a nosotros sin suelo, nacer sin cuna de oro, andar montañas con pies descalzos, vivir con los agravios de otros que realmente nos admiran, cargar la cruz y ante cada golpe dado por el poder para callarnos, está en la forma de levantarnos la virtud de hacer más glorioso nuestro destino. Asumimos para que otros puedan andar con nosotros con certeza, amor y con esperanza renovada.
Será una lucha inicial ante las resistencias de aceptación desde los lugares más simples hasta los círculos más altos, aunque sea por precisamente esos agravios que terminaremos cumpliendo nuestra encomienda.
¿Siguen dudando? Les contaré que un noviembre de 2015, yo también lo hice, en que estaba al borde de la crisis económica en el seno familiar y a punto de egresar de la universidad, por lo que, poniendo una pausa, me puse a trabajar.
En mi frustración esperando al camión en la parada de transporte para ir a la escuela en que era docente de niños de primaria en Atizapán, le reclamé al Creador de porque primero me daba la virtud o la condena de pensar dar mi vida por un propósito sin posibilidad de sacarlo de mi cabeza y después me dejaba sin recursos para llevarlo a cabo, con lo que pregunté dirigiendo mis reclamos al cielo: -¿acaso caerá comida del cielo?-, un segundo después al bajar la mirada, cayó una manzana roja a mis pies, cuando no había nadie ni nada a lado o arriba, ni persona, ni edificio, ni árbol.
Ese día me llevé la manzana y hasta la noche decidí morder esa manzana con temor que tuviera algo raro, pero no, era una fruta común y corriente que sirvió de mensajera de mi cuestionamiento. Desde ahí, confío en el camino que se me pone enfrente, solo pensando en lo que hay que cumplir para la grandeza de nuestro país y hasta ahora no me ha traicionado el hilo histórico de lo innegable.
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