El México propio: vida e historia (XI)

El descubrimiento de nuestro propio personaje

¿Quiénes somos? Es la pregunta obligada entre lo que da certeza de nuestra existencia en este atípico mundo y en pequeña o gran medida como seremos vistos al exterior, también debo decir, es La Cuestión que nos adolece entre los 14 o 15 años de edad que estamos en proceso de consolidar una personalidad y saber qué rol queremos llevar a cabo en las circunstancias que nos ha tocado nacer, ya sea que lo hagamos conscientes o inconscientemente.

Esto es importante para definir nuestro futuro, porque quien se ha definido, repito, consciente o inconscientemente como insignificante, ladrón, inapropiado, así caminará a pesar que los de alrededor le digan lo contrario, o si se define como merecedor de algo mejor, constructor, estadista, noble, pasará lo mismo. Todo parte de nosotros, porque el mundo ofrece al mismo tiempo, millones de posibilidades en común o contrarias, están ahí, justo frente a nuestros ojos, pero está en nosotros a que darle importancia.

Como expliqué en los capítulos anteriores de esta columna publicada cada miércoles, hasta ahora he llegado en mis historias hasta mi pubertad, en que la memoria familiar desde los bisabuelos hasta mis escasos 14 años de edad, me permitieron construir una forma de ser personal y que procuro sea hacia el exterior.

El primero de ellos, de mis antepasados, en que opté por continuar con ese espíritu guerrero y férreo a luchar por las causas justas, intolerante de la falta de libertades, el gatopardismo y la antidemocracia (repito, si alguien no entiende lea los capítulos anteriores), también, comprensiva de lo espiritual y la razón, y sobre todo, conformada de los dos Méxicos, uno que viene a ras de suelo con la cultura del esfuerzo y la otra que había sostenido un estatus con apellido. De cada una de esas familias, no obtuve más que lo más valioso: valores y conocimientos.

De mi vida personal por otro lado, me he definido en puntos clave: de salir avante de la muerte forjó en mí un fuerte deseo de darle sentido a mi existencia, de las dificultades sociales y los ataques sistémicos (escolares y pequeños pero significativos en aquella corta edad) el que no dejara de luchar por lo que es correcto aunque todo un colectivo de mayorías y autoridades digan lo contrario y de mi ocasional vida cotidiana, escuchar a los más viejos hasta definir que lo que más me nace hacer -a pesar de lo utópico que parezca-, es realizar todo lo que este en mis manos para hacer de México una gran nación por el bien de todas y todos y del mundo como humanidad y planeta.

Se escucha hermoso, ¿verdad? O demasiado infantil por sus buenas intenciones color pastel, y sí en ese momento, porque todavía no sabía cómo hacerlo ni lo que eso significaba por la dificultad que representa.

Aun así, a pesar de la cruda realidad que ahora pesa a mis largos o cortos 31 años edad, en que los seres humanos tienen facetas justas e injustas, en que la sociedad puede ser fácilmente corrompible pero también purificada, ese ideal sigue vigente en mí, es mi razón de ser, de despertar, de existir y nada ni nadie lo va cambiar y solo espero que el día que cierre por última vez mis ojos sepa que quedé en la historia universal por ese logro, para mí misma, para mi legado, para mi país y sé que con realismo se puede hacer; la base está en llegar al lugar más apropiado de la toma de decisiones y asumir el paquete completo.

Bueno, bueno, quiero aclarar en todo esto que no es por ello descartable que una muchachita de 14 años no haya disfrutado de la cotidianeidad, no tuviera sus errores y sus modos tan comunes de una niña y puberta: lloré, reí, la regué, hice tonterías, me regañaron, aprendí, tuve amistades, desamistades, amores aún infantiles, me divertí corriendo, jugando con muñecas, también en los deportes, estudié, de repente ignoraba ciertas tareas, hacía travesuras, de todo un poco, es más me caracterizaba por tener un exceso de energía que si no conducía se inventaba algo para entretenerse.

Solo que, sumado a ello, escuché lo que quise escuchar, conversé con adultos y viejos que habían caminado por la difícil danza de la vida y también habían sido patriotas que tenían una función en la sociedad o el gobierno e igualmente se habían estampado con la cruda realidad sistémica frente a sus sueños. Yo decidí tomar un pedazo de mi tiempo infantil para poner atención y hacerme una idea de lo que ellos decían.

Ahora me río en mis adentros, en las locuras que consideraba posibles (pero si pudiera hacerlas hasta en su mínima probabilidad lo realizaría, porque si las historias de ciencia ficción pasaron a los de historia ¿por qué no en esto?), pero, en aquellos tiempos principalmente cuando pasaba el rato con los universitarios que visitaban la librería de Alma Rosa, llenos de vida y rebeldía, hablando de cambiar el sistema, de hacer revoluciones los tomaba muy enserio y también descubría que era posible o que no cuando mis amigos adultos regresaban alegres o llorando. Ahora que camino dentro de la política veo que la intención debe mantenerse, pero hay que conocer el camino y encontrar o mejor dicho, construir las circunstancias.

También el contexto político influye en gran medida, como una vez dije en otros textos, nuestra generación nacida en 1992, es una generación del escepticismo educados por padres llenos de hartazgo, porque vieron pasar muchas cosas en su generación que decía ser la solución a la promesa democrática y el combate a la pobreza que nunca llegó sumado a ello una caída constante de los costes de mantener condiciones de vida integras, con maniqueísmos expuestos a todas luces, mismos poderes fácticos vestidos con camisas distintas y engrosándose las penas del pueblo incluida la violencia y el crimen organizado.

Ahora lo digo con mucho respeto sabiendo con más certeza quién es quién y lo difícil que es administrar una nación tan pluricultural y compleja como es México, pero si no hiciera eso ¿cómo nos perfeccionaríamos?, es decir, a quien ha llegado a la toma de decisiones, se le respeta porque llegó y eso implica mucho, pero más admirados son los que pasarán a la historia como Estadistas en que en verdad llevaron a cabo un cambio por el bien común y la grandeza.

En mi niñez por el libro que me regaló mi abuela, admiraba a Gandhi, por las pláticas de mi familia que como dije eran más de política, cultura e historia del país que otra cosa, admiraba a Hidalgo, Morelos, Juárez, Lázaro Cárdenas, entre muchos otros, y de mis tiempos en la librería, admiré a Roosevelt, Churchill, Charles de Gaulle, la reina Isabel, Angela Merkel, Catalina, Bismark … ya había leído o escuchado de sus osadías en esos tiempos y quería ser como ellos.

Sin embargo, todavía tenía dudas si en esa política tan difícil de transitar sería la mejor forma, así que de los 15 a los 18, me dedique a ver si era por la lucha social tipo Gandhi, hasta espiritual el camino, o por medio de las artes, o de saber de la empresa. Vaya, le di una vuelta al círculo completo para finalmente decidiendo que era por la política de nuevo; ya contaré más adelante cómo me adentre en cada faceta.

Retornando al punto, mi adolescencia, que significó mi entrada a la media superior, implicó para mí un cambio de ser la persona que se pasaba escuchando a experimentar, ya con una definición clara de lo que soy y quería ser en mi historia de vida, faltando nada más los cómos.

A su vez, representó otra etapa de cambios, en que mi modo de vida de clase media con esfuerzos y trabajo familiar, se cayó justo a mis 15 años de edad, el día en que a mi padre lo sacaron de la empresa que trabajaba en una llamada que le hicieron con nosotros en un barco en el mar de Ixtapa Zihuatanejo en fin de semana para celebrar mi cumpleaños: “estas despedido”. Una malpasada del socio dueño de la empresa que poco tenía de humano.

Eso y combinado a otras circunstancias pasadas me llevaron a la decisión de estudiar un bachillerato técnico, a pesar de las buenas calificaciones en la escuela (relajienta pero de buena memoria) y que nunca tuve dificultades para los exámenes sacando 96 aciertos, pero creía que lo mejor era empezar a trabajar lo más pronto posible y tener mi propia empresa para financiar mis propias locuras a favor del país.

Viviendo en esos momentos en el Estado de México (la vida es más económica), entré al CONALEP a hospitalidad turística, nada que ver con el deseo primero de mis maestros de secundaria que juraban que me iría a las ciencias exactas por ser excelente ahí, o a mis amigos de la librería y la propia Alma Rosa que me recomendó estudiar derecho o medicina, no, me fui a eso, y sería más adelante irónicamente un politólogo socialista libertario (digo irónicamente porque soy juarista y bismarkiana) que me invitaría a hacer mi examen a la UNAM para entrar a relaciones internacionales. Y no me arrepiento para nada de haber estudiado el bachillerato técnico porque su enseñanza fue de excelencia, tuve maestros de la UNAM, IPN y el COLMEX, así como expertos en turismo, y me dieron las herramientas para más adelante constituir una empresa, que no es de turismo, pero sí editorial.

Ya para mi media superior, me había hecho de mis formas personales de ganarme dinero extra, que guarde para empezar a entrar otras cosas, la primera, propuesta de mis padres, a los Scouts, admirable organización (que muchos se ríen por su peculiar forma de ser) la cual ya había experimentado de los 5 a 8 años de edad, y que no, no hacíamos galletitas, sino que aprendimos de la naturaleza y del altruismo en las comunidades más pobres del país (bueno, conmigo así fue), y la segunda, mis clases de filosofía y del ser, con un maestro que más adelante se haría la persona más cercana en mi formación de proyecto personal y de nación: Raúl Cervantes, músico y pedagogo que fue muy cercano a Javier Wimer Zambrano, algunos saben a quién me refiero, quizá el que más lo hubiera entendido se llamaba Porfirio Muñoz Ledo.

Entre otra multitud de actividades, porque este periodo me reté a mí misma en lo físico, lo mental y lo espiritual, llevé al extremo mis posibilidades para saber de qué era capaz y construir un camino muy a mi estilo que al principio a los cercanos, -alias, mis padres-, les daba un infarto de no salir avante de esas jugadas y que con el tiempo supieron que muy a mi forma terminaba construyendo algo interesante y progresivo.

Ya lo contaré en el próximo capítulo que por cierto estará a un día de mi cumpleaños 32, un 11 de septiembre que fue la fecha que también se cayeron las torres gemelas y cambió el orden de seguridad del mundo en 2001, pero es cosa del pasado, ¿qué nos depara esta semana?

Les mando mis mejores deseos y sean conscientes de quienes son a partir de las decisiones que toman y más allá de logros personales, no olviden que la mayor satisfacción se encuentra cuando se hace algo que deja un legado para la humanidad y el planeta.

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