Por: Dra. Claudia G. González Jiménez*
Estamos cumpliendo un año en el que las reuniones en casa, las celebraciones de cumpleaños, los saludos de mano con abrazos fraternos, la asistencia de los niños a la escuela e incluso al trabajo se modificaron por completo.
Formo parte de un grupo interdisciplinario de atención a la salud, y digo grupo porque sin un elemento de este equipo en tiempos de COVID, se torna más complicado el cuidado a la salud.
Hemos reconocido como médicos, que nuestra labor con los pacientes en el área de aislamiento respiratorio con diagnóstico o sospecha de COVID nos ha quitado el sueño, no dormimos de manera adecuada, tenemos periodos de ansiedad y para algunos otros los ha llevado a mantenerse lejos de sus seres queridos para evitar contagios de una enfermedad tan desconocida para todos.
Al llegar al hospital estaba acostumbrada a recibir saludos algunos con una sonrisa esbozada en el rostro acompañados de un abrazo, ahora veo únicamente ojos sonrientes, algunos cansados, otros más agobiados por algún familiar enfermo o melancólicos por la pérdida de un compañero de trabajo que en estos tiempos lamentablemente se ha vuelto tan común.
Actualmente el cubrebocas esconde la gran parte de nuestros rostros y con ello nuestros sentimientos y emociones.
Como galenos estamos habituados con la probabilidad de que estemos ante un paciente grave con altas posibilidades de fallecer sin embargo, utilizamos un arsenal de recursos para preservar la vida. Pero el ejercicio médico profesional últimamente nos ha hecho replantear nuestra praxis, ya que con la aparición del SARS COV2 tenemos pacientes cada vez más graves con síntomas diversos acompañados de fracasos terapéuticos específicos y que lamentablemente mueren a diario en el área de aislados.
Menciono aislados no nada más como las medidas estándar aplicadas por el personal de enfermería mismos que nuestras compañeras y compañeros aplican de manera rigurosa, sino que se mantienen aislados de una sonrisa solidaria, el contacto en el hombro a manera de actitud esperanzadora haciendo más cálida la estancia en el hospital, así como el aislamiento de las visitas por parte de sus familiares que llevan saludos y frases entusiastas de los que están en casa esperando la pronta recuperación del paciente.
Todo esto hace que día a día veamos en el rostro de los pacientes una mirada de asombro ante la noticia de probabilidad diagnóstica que lleva a muchos de ellos a la negación, renunciando con esto a un plan terapéutico, otros más a la angustia intrínseca que lleva cualquier ser humano de sentirse desvalido particularmente en los adultos mayores.
Estar en dicha área no es fácil, el concepto de hipóxicos optimistas no tiene nada de optimista, significa que no llega suficiente oxígeno a los órganos transportado por la sangre y a pesar de esto el paciente refiere sentirse bien. Sin embargo, podemos inferir ante la baja saturación de oxígeno que, algún órgano en el paciente se mantiene en sufrimiento constante y en cualquier momento se verá derrotado trayendo consigo la irremediable indicación de hacer uso de un ventilador mecánico.
Lo álgido de la jornada no termina al salir de la zona de aislamiento algo más cruento nos aguarda al hablar con los familiares que siempre guardan la esperanza de recibir buenas noticias sobre la evolución de sus pacientes, no importa si han esperado fuera del hospital soportando las inclemencias del clima o el hambre. Se refleja en sus miradas la tranquilidad ante noticias alentadoras, pero cuando irremediablemente tenemos que dar la noticia sobre el fallecimiento de su familiar, el sufrimiento ajeno no nos es desconocido, percibimos su angustia y su dolor, pero nos hemos adaptado tal vez como mecanismo de defensa a esta situación.
Estos esfuerzos diarios nos han llevado al agotamiento, a pesar de ello tenemos un gran compromiso, nuestra labor continúa con estoicismo y disciplina, sabemos la importancia de no perder el humanismo y aferrarnos a la ciencia como faro de luz que encausa el camino para los pacientes que día a día se ven afligidos por esta enfermedad y continuar así con esta sublime vocación.
*Ella es Médico Urgencióloga adscrita al servicio de urgencias del Hospital General de Zona No. 98 IMSS y
Profesora adjunta del Departamento de Historia y Filosofía de la Facultad de Medicina de la UNAM.