Por: Ildefonso Peña Díaz
Jacob Joseph «Jack» Lew, abogado estadounidense, miembro del Partido Demócrata y Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, entre 2013 y 2017, fue considerado como uno de los servidores públicos con mayor vocación en los últimos años en la Unión Americana, la siguiente frase lo hizo famoso: “…creo que no hay vocación más alta, con respecto a una carrera, que el servicio público…”.
Desde los griegos y los romanos, es un axioma que el objetivo de la “res” (cosa) pública, es el «bien común», es decir, que el designio más alto de la política es la prosperidad y el bienestar de la nación, pero atendiendo a un beneficio superior: el interés de la colectividad, mismo que aventaja desde siempre, al interés individual.
El servidor público, al ser un representante del gobierno, puede y ante todo debe fortalecer la confianza de los ciudadanos en las instituciones; además de reconocer y sublimar el alto nivel de responsabilidad que tiene, pues sus decisiones y acciones repercuten en un amplio número de personas. Por esto es que planteo que no cualquiera, aun por sus logros académicos, puede desempeñar el encargo de servir al pueblo, porque a la par del conocimiento, se requieren atributos específicos, como una voluntad férrea, rectitud a toda prueba, bondad provista de sensatez, una serenidad imperturbable, amplia, muy amplia cultura, una indiscutible preparación oratoria, gozar de dilatada salud física y mental, pero sobre todas las cosas, una intachable aptitud para servir a sus semejantes.
Entonces la función pública se debe entender como una verdadera aptitud e inspiración, análoga a la del médico o el artista. Esto supone una entrega total y un sacrificio incondicional, que implica necesariamente, dejar en un segundo término, valores como el descanso, la tranquilidad e incluso la familia. Por tanto, la vocación de servicio implica una abnegación y quien se dedique a la función pública debe saber que no tendrá vida privada, porque su interés superior debe ser ante todo y contra todo, el bien común, en todo momento y en todo lugar. El Servidor Público debe tener plena conciencia del significado y trascendencia de su trabajo y estar dedicado por completo a servir a los ciudadanos y por tanto, estar dispuesto a entrar en el proceso de transformación personal, para poder alcanzar la transformación de la sociedad, comenzando por la metamorfosis de sus propios principios, valores y aptitudes.
La vocación de servicio es el principio fundamental del Servidor Público, es decir, que no se aplique a hacer política, quien no sepa atender con cordialidad, humanidad, empatía, presteza y sentido de oportunidad, los planteamientos de los ciudadanos. Que se aleje de las labores del contexto público el prepotente, el holgazán, el ignorante, el arrogante, el necio, el irreflexivo, el corrompido, el retardatario o el mentecato. Que se excluya del servicio público al paria de la cultura, al segregado del arte, al enfermo y al psicópata, al codicioso y al inútil, al holgazán y al negligente.
Por eso me agradan los principios de la Cuarta Transformación Nacional, porque en ella no caben los rapaces, ni los incompetentes, no es un nido para los corruptos, ni las randas; no es una cueva de iletrados ni de sátrapas y tampoco es altar de petulantes, ni reyezuelos de taburete. Es por el contrario la oportunidad para el competente; la posibilidad para el apto; la ocasión para el circunspecto y el olvidado, el momento para el sincero y el honrado. Es decir, el servicio público es en las manos del hombre de bien un puño de albores y de posibilidades, pero en las manos del incompetente, es como ponerles alas a los réptiles y a los alacranes.
Sobre todo ahora que se avecinan los comicios electorales, tendremos la obligación de hacer un análisis si no exhaustivo, al menos consiente, de quienes habrán de ejercer el alto encargo de servir a la ciudadanía, queda claro que los compadrazgos y los amiguismos, deben quedar vetados de los procesos electorales, tenemos la principal herramienta democrática que es el ejercicio del sufragio efectivo, hagámoslo valer, votando por opciones reales, para construir una patria a la altura de las circunstancias.
En México, como en todos los lugares del mundo, urgen servidores públicos con vocación de servicio, prestos a sacrificar prebendas personales, con tal de servir a su comunidad; hombres y mujeres, con empatía por su gente; profesionistas sencillos y a la vez preparados, lo mismo en la academia que en la cultura; ciudadanos conscientes, sirviendo en ocasiones a ciudadanos inconscientes; seres humanos, rectos, íntegros y leales y a la vez cultos y sensatos, solidarios y prestos al sacrificio. En términos simples urgen servidores públicos para quienes las palabras del Gral. Vicente Guerrero sean más que un axioma, un modo de vida, es decir urgen aquellos para quien: “LA PATRIA, ES PRIMERO”.