La Ciencia en la Agenda 2030: Un Derecho Universal

Fuente: El Faro Luz y Ciencia, jueves 11 de junio de 2020, CDMX.
Escrito por: Susana Esther Aguilar Castillo* Miembro de la Red El Faro/Agenda 2030.

La actual emergencia sanitaria provocada por la Covid-19 ha dejado entrever uno de los grandes asuntos mundiales inmersos en la sociedad internacional actual: “la Ciencia como Derecho Humano”; y su gran relevancia en el cumplimiento de las agendas globales y nacionales.

La Ciencia y el ODS 9

De acuerdo con el Objetivo de Desarrollo Sostenible 9 de las Naciones Unidas, el progreso tecnológico es vital para la industrialización, de otra manera, esta no ocurrirá y, por consiguiente, sin industrialización nunca habrá desarrollo posible. Por lo tanto, es necesario aumentar la inversión en productos de alta tecnología, para aumentar la eficiencia y mejorar los servicios que permitan a las personas estar siempre conectadas y puedan, no solo crear, sino disfrutar de los avances propios del desarrollo.

Es así como, las metas de este ODS 9 se encuentran íntimamente ligadas con la Ciencia:

“9.5: Aumentar la investigación científica y mejorar la capacidad tecnológica de los sectores industriales de todos los países, en particular los países en desarrollo, entre otras cosas fomentando la innovación y aumentando considerablemente, de aquí a 2030, el número de personas que trabajan en investigación y desarrollo por millón de habitantes y los gastos de los sectores público y privado en investigación y desarrollo; 9.b: Apoyar el desarrollo de tecnologías, la investigación y la innovación nacionales en los países en desarrollo y; 9.c: Aumentar significativamente el acceso a la tecnología de la información y las comunicaciones y esforzarse por proporcionar acceso universal y asequible a Internet en los países menos adelantados de aquí a 2020”.

Lo anterior es de suma importancia porque se relaciona obligatoriamente con nuestros medios de vida. Es decir, el nacimiento y desarrollo de la Ciencia y la Tecnología suponen una mejora del nivel de vida de las personas que disponen y tienen acceso a ellas, por lo que, no promover la ciencia y la innovación tecnológica podría dar como resultado lo siguiente: un acceso limitado a la educación, una deficiente asistencia sanitaria y una insuficiencia al saneamiento, entre otros aspectos.

Como podemos ver, estas consecuencias tan íntimamente ligadas a nuestra calidad de vida, van creando un círculo vicioso cada vez más grande: 1) sin educación no hay paso al progreso científico y tecnológico; 2) sin progreso científico y tecnológico se encuentra un limitado acceso a los beneficios del desarrollo; 3) sin el acceso a los beneficios del desarrollo de carácter indispensable, baja la calidad de vida; y así sucesivamente.

Con el propósito anterior, encontramos normas y reglamentos que han tratado de garantizar, desde su creación, el progreso científico, tecnológico, cultural y de innovación a nivel internacional y, sobre todo, su participación, así como acceso a todo aquel que así lo requiera.

La Ciencia en el Derecho Internacional

Posterior a la Segunda Guerra Mundial, las recién creadas instituciones globales privilegiaron a la Ciencia como un medio para alcanzar los propósitos de preservar la paz y reducir el riesgo de conflicto, especialmente con base en el recuerdo del alcance de las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945.

Para tal fin, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó en 1948 la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo Artículo veintisiete establece que:

“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.

Por su parte, y con un enfoque regional, el Artículo trece de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre de 1948, estipula que:

“Toda persona tiene el derecho de participar en la vida cultural de la comunidad, gozar de las artes y disfrutar de los beneficios que resulten de los progresos intelectuales y especialmente de los descubrimientos científicos”.

Posteriormente, a través del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 (DESC), los Estados parte (160 países, entre los cuales se encuentra México), reconocen en el Artículo quince de este instrumento:

“El derecho de toda persona a gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones y se comprometen en todo momento a adoptar las medidas necesarias para la conservación, el desarrollo y la difusión de la ciencia, además de respetar la indispensable libertad para la investigación científica y la actividad creadora y el fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones internacionales en cuestiones científicas y culturales”.

Finalmente, y de acuerdo con la Relatora Especial de la ONU para los Derechos Culturales, Farida Shaheed, en su Tercer Informe titulado “El derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones”  en el año 2012, el derecho a la ciencia no debe ser entendido únicamente como el “beneficio del desarrollo científico”, sino que debe comprenderse también bajo los siguientes componentes:

“1) acceso para todos, sin discriminación, a los beneficios de la ciencia y sus aplicaciones, incluido el conocimiento científico; 2) oportunidad para todos de participar en la actividad científica y la libertad indispensable para la investigación científica; 3) la participación de individuos y comunidades en la adopción de decisiones y el derecho conexo a la información; y 4) facilitar un entorno que favorezca la conservación, desarrollo y la difusión de la ciencia y la tecnología”.

Dicho informe señala, además, que los gobiernos deben poner a disposición de cada individuo las innovaciones esenciales que les permitan vivir con dignidad. No obstante, se plantea a continuación uno de los grandes problemas que provoca la falta de acceso al progreso científico en un tema de coyuntura:

Coronavirus: ¿La cura es para todos?

Encontrar una “Vacuna del Pueblo” o un medicamento capaz de contrarrestar y/o prevenir la enfermedad causada por Covid-19, representa uno de los mayores retos en la actualidad; y será aún mayor, para que dicha “cura” sea para todos y no sólo para algunos. Esto se hace más evidente cuando nos disponemos a mirar hacia el pasado y nos fijamos en cómo otras enfermedades graves con cura impactaron, y todavía impactan de manera desigual, según se especifique el país o estrato social del mismo. Tal es el caso del VIH Sida, cualquier tipo de cáncer o incluso la insulina. Porque si bien es cierto que están al alcance de la gran mayoría en farmacias, supermercados u hospitales, sólo tienen acceso a ellas los que pueden pagarlas o pueden tener seguro social. En palabras más concretas, los costos de los medicamentos siguen siendo excesivos, incluso cuando la gran mayoría se descubrieron el siglo pasado.

Respecto a encontrar una vacuna para la Covid-19, se han estado realizando esfuerzos en distintos niveles: nacional, regional e internacional bajo diversas facetas: económica, política, social, entre otros; los cuales deben superar los intereses individuales y las diferencias ideológicas o políticas que pueda haber.

En la Unión Europea, aunque se ha criticado su respuesta descoordinada a la crisis sanitaria, ha propuesto un plan global para financiar una vacuna, donde las autoridades comunitarias esperan y buscan cooperar para hallar una solución lo antes posible y que el remedio esté disponible para todos, sin restricciones, incluido el precio. Como es el caso de Bruselas, que el pasado lunes 4 de mayo comenzó una conferencia de donantes que tiene como fin recaudar 7.500 millones de euros para asegurar un acceso igualitario a futuros remedios; a su vez, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen expresó que pretenden coordinar la búsqueda de la vacuna y potenciar el mensaje del multilateralismo en un momento en el que aún hay divisiones.

Estados Unidos y China libran todavía, conflictos comerciales, y parece vislumbrar también, una carrera médica y aeroespacial. Estos deben ser tiempos de solidaridad, cada nación es fundamental en lograr la superación de esta crisis.

El Derecho a la Ciencia en México: realidad y propuestas

Anteriormente se mencionaron algunas de las obligaciones de los Estados parte de las diferentes Declaraciones Internacionales y de carácter vinculante referentes a la innovación, el desarrollo, así como el progreso científico y tecnológico. Así pues, en el Artículo tercero Constitucional, el Estado mexicano estipula que:

«los planes y programas de estudio tendrán una orientación integral, por lo que incluirá el conocimiento de las ciencias y humanidades: la tecnología, la innovación (…). Además, el criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos. A su vez, toda persona tiene derecho a gozar de los beneficios de la ciencia y la innovación tecnológica, siendo el Estado quien apoyará la investigación e innovación científica y tecnológica y garantizará el acceso abierto a la información que derive de ella, para lo cual deberá proveer recursos y estímulos suficientes».

Pese al párrafo anterior, la elaboración y/o importancia que le otorga un Estado a cierto derecho radica en su aplicación y resultado del mismo; y para la totalidad de la población. Así pues, hay mucho que fortalecer, poniendo en la mesa algunos datos de cómo estamos o estábamos:

De acuerdo con el Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, hacia 2030 publicado en 2015, el Gasto Bruto en Investigación y Desarrollo (GBID) financiado por el Gobierno como proporción del PIB del 2005-2013 fue de apenas 0,38% para México, superando por poco a países como Sudáfrica con el 0,33% y quedando por debajo de países como Argentina (0,44), Canadá (0,57) y Estados Unidos (0,76). Por otro lado, la distribución porcentual de los investigadores en el mundo para el país fue de 0,6% con 11,147 publicaciones científicas y 217 patentes presentadas.

Según información del 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía INEGI, el 63.9% de la población en México usa internet; 45.3% computadora y 72.2% teléfono móvil. Además, según datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología CONACYT, sólo el 36.4% del sector empresarial participa en el financiamiento al gasto en investigación y desarrollo (datos 2012), mientras que únicamente el 4.2% de las empresas desarrollan innovación tecnológica (datos 2014). Para que sea gobernanza, todos los sectores son responsables.

¿Estamos pensando en la Ciencia en México como Derecho Humano o más bien como un lujo para cierta población?

Para que el derecho a la ciencia, puesto en nuestra Carta Magna y coherente con el Derecho Internacional, siga sus principios de acceso universal, participación plena, libertad académica, difusión, conservación y desarrollo de la ciencia, y no solo como el beneficio unilateral y elitista de la ciencia y la innovación científica; debemos cambiar nuestra mentalidad y aterrizarlo en acciones sostenibles.

Es decir, el desafío que enfrenta México respecto al derecho a la ciencia es doble. Por un lado, se debe legislar para que las leyes en la materia, posicionen a la ciencia como un aspecto estratégico de la vida nacional.: se requiere, sin duda, que en el Presupuesto de Egresos de la Federación se destine al menos el 1% del PIB a la ciencia, tecnología e innovación (y si es el caso de las prioridades actuales, que se destine por ahora, particularmente para enfrentar la pandemia, al igual que la crisis económica). Por otro lado, debemos traducir a la realidad lo mandatado por el marco jurídico, tanto internacional como nacional, para que el acceso a este derecho sea de plena cobertura para toda la población: iniciativas y políticas públicas (la academia y la educación en general juega un papel importante).

Finalmente, y reconociendo el acceso a la ciencia y sus logros como un derecho humano de primer orden, es imperante que comencemos a ver la ciencia, al menos en nuestro país, como lo que es, un derecho de todas y todos, y no como actualmente la conocemos, como un privilegio.

¿Qué progreso podemos dar todos a la ciencia sostenible? Empecemos a innovar.

@SusanaA73334143

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