La generación que Zarpó sin permiso… y desnudó a la política mexicana

Por Dora Isa González

La marcha de la Generación Z dejó en claro algo que la vieja política no quiere aceptar: la juventud ya no está esperando permiso para hablar. Salieron desde el barrio, desde la rabia legítima y desde una esperanza que se niega a morir. Salieron sin tutores, sin guías y sin partidos que les digan cómo: esa es la esencia del movimiento. Eso, justamente eso, es lo que más incomodó.

Otro asunto fue el intolerable: la reacción de la política fue la prueba del vacío en el que viven. Parte de la oposición —no toda, pero sí la que no cuenta con proyecto propio más que ir en contra— trató de aprovechar la marcha enviando a los “no jovenes”, casi casi obligados -ya ven que hay eso de voluntariamente a fuerzas-, queriendo colarse como si fueran protagonistas de lo que no comprenden. Ese oportunismo solo debilitó el mensaje y le regaló en bandeja de plata al oficialismo, -a una parte de él que ha dejado de lado proyectos de nación y ha perpetuado el discurso de hacerse de un enemigo-, la excusa perfecta para desacreditar todo. Ese régimen hizo lo suyo: minimizar, infantilizar, ridiculizar, como si la precariedad laboral, la violencia y la frustración de esta generación fueran inventos.

Ambos fallaron: uno por colgarse, otro por negar lo evidente. Y ninguno entendió lo que está pasando: México está acumulando presión social, y si no se abre una salida real, esto va a estallar. No es amenaza; es sociología básica.

En mis clases lo veo todos los días. Como joven que tuve la oportunidad de dedicarme a la enseñanza universitaria a temprana edad, los comprendo, aunque ya no sea de su generación; lo sabemos, las y los jóvenes no quieren que les digan qué pensar: quieren espacio para construir.

Algunas veces otros colegas me preguntan si no cometo muchos riesgos por dejarles tal amplitud de maniobra a mis alumnos en el aula: eso es subestimar sus capacidades una vez que han asumido su rol. En pocas palabras: si yo impusiera mi postura, los traicionaría. Eso mismo hace la política cuando intenta dirigir un movimiento que nació libre.

Yo no fui a la marcha, ¿porqué?, porque era su marcha, correspondía a ellas y ellos hacer suyas las calles, entendí que ese espacio no debía ser ocupado por nadie más, cosa diferente que hicieron otros que se vieron ausentes de estrategia y proyecto. Poco esperanzador.

Acompañar a una generación que por fin habló con voz propia implica respetar su momento, no intervenirlo; sin embargo, no por eso están solos; lo que hicieron es externar un dolor común de la nación, por tanto, también nos corresponde defender por quienes queremos cambiar a México desde otras trincheras y que necesitamos a las juventudes que comprenden lo que es ir contramarea.

Como nos enseña One Piece (que yo sí soy su fan como otaku que siempre he sido): cada tripulación tiene su sueño y su propio timón. Nadie puede imponerle el rumbo a un barco que no construyó. La Generación Z ya tomó el suyo, y quien intente arrebatárselo terminará fuera del mapa político.

Este país les ha dado poco: inseguridad, ansiedad, trabajos que no alcanzan, corrupción que envejece todo. Aun así, ustedes marcharon. Y eso ya es más de lo que la política de siempre se atrevió a hacer.

Por eso, antes que nadie, les hablo a ustedes, Generación Z:

No se detengan.
No entreguen su marcha a ningún partido sin inclusión o proyecto en firme.
No bajen la voz porque incomoda.
No pidan permiso para exigir lo que merecen.
Lo que hicieron es histórico. Sigan que de isla en isla se llega a ONE PIECE.
Este país no puede avanzar sin ustedes.

Y ahora, sí, a la clase política —al oficialismo soberbio y a parte de esa oposición que se cuelga por falta de proyecto— les digo:

Las juventudes no son su herramienta electoral.
No se apropien de lo que no construyeron.
No descalifiquen lo que no entienden.
Están en deuda con este país, asuman que vienen nuevas semillas a no arrepentirnos por lo que dejaron a otras generaciones.

Y abran paso, porque si no lo hacen, la generación que ayer marchó será la que los rebase por completo.

Cuando el barrio habla, el país cambia.
Ayer hablaron ellos.
Y lo que despertaron ya no se apaga.

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