Fuente: Navegantes Literarios, 1 de julio de 2020, CDMX.
Escrito y traducido por: Erasmo Rodríguez López |Jóvenes Plumas
Leyenda corta de la cosmovisión popoluca sobre el Juuñchu’ts «Muerto de Hule» o «Niño de Hule», traducida al español y escrita en su lengua original zoque-popoluca.
La cosmovisión popoluca está llena de anécdotas sobre seres sobrenaturales que se relacionan con el agua, los bosques, los animales y las altas montañas. Gran parte de ella son historias de la tradición oral, a través de la cual, se han transmitido cuentos, mitos y leyendas de generación en generación. Desde años atrás, los abuelos han venido contando estas realidades o fantasías que algunas veces pueden ser de terror y otras veces mágicas y novedosas, permitiendo llevar a sus oyentes o lectores a un mundo más profundo e imaginario.
Es por ello, que, con la finalidad de rescatar la cosmovisión popoluca, acercamos al español uno de los primeros cuentos tradicionales, basado en un ser sobrenatural: “el Muerto de Hule” o “el Niño de Hule”. Los nombres dados a este ser, no se ponen en discusión, ambos significan lo mismo por su interpretación; el primero, por su traducción de la lengua popoluca al español (en la lengua Zoque-Popoluca es Juuñchu’ts, el cual se compone de dos vocablos popolucas: Juuñi’: Hule y Tsu’ts: Muerto, que se traduce literalmente al español como “El Muerto de Hule”) y el segundo, por el propio antagonismo que se presenta en el cuento.
El Muerto de Hule es un ser con la figura humana de un niño desnudo, que, entre sus particularidades, se caracteriza por tener sus pies al revés, también tiene la cabeza hueca, y se sabe que está, porque chifla, despareciéndose por el monte de un momento a otro cuando así lo desea.
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Je’m nuntajɨɨyi’ naxyukmɨ’ jayaŋ aŋmaatyi ity dyapɨk je’ yɨp naxyuk ity’yaj jempɨg iñamɨchpa’ nɨ’, jɨmñi’, animat’yaj i kootsɨk’yaj. Ityum je’yaj, je je’m wiñɨk aŋmaatyi’ aŋmattapap’nam iñamiñtyaa, jempɨk aŋmat’netanam’ iñamiñtya je je’m xuxuty ityi’yaj, tyityam naspa’ yɨp naxyuk maytyapabɨk iñamiñ ityumpɨy jaama’. Wiñɨgam, je’m taŋweewej’tam iŋmat’yajpa’ iñamiñyaj tyityamam nunta nasne’ u mɨgo’oyiyaj di yɨp aŋnas, ay’jaama tatsɨgaŋje’kpa i tungag ijaama’ dyapɨk taŋkupɨkpa’ u ken taŋkusunɨp tammatoŋ, iñanɨkpabɨk ju’umɨ’ jempɨg imantoŋpa u imay’pap je’m aŋmaaty’ tuŋgag aŋnasyukmɨpɨk dyapɨk ikuchi’iba’.
Je’yukmɨ’ iga pɨɨmkuchi’tyapnam tyiñam ity je’m nuntajɨɨyi’ naxyukmɨ, aknuktaap aŋoty’majiimɨ’ tyiiñam xutyu aŋmattaap, dyapɨk ku’chi’kuy: je’m juuñchu’ts. Wɨsteen iñɨɨyi’ pe je’ dya je’ aŋaakuy, iga ikuɨstɨk je’tyim nɨm’to’oba’, tum iga jay’kamne’ nuntajɨɨyimɨ’ i tuŋgag iga juuñchu’ts je’ tum tsɨɨxi’ kuduypap.
Juuñchu’ts je’ ken tum nuntatsɨɨxi’, ixpɨktaap iga iñeja’ naity ipuy; neja’ witypa’, wokowoko ikoobak, i aŋsuspa’ jesɨk picha’am, kejpa togoypa jesɨk je’ ixunba’.
EL NIÑO DE HULE
Je’m Juuñchu’ts
En una pequeña comunidad rodeada de montes y capulines, había una familia humilde que se resguardaba en una casa de palma con cañas de otate que en las noches de tanto movimiento tronaba y llenaba de ruidos su interior. Como estaban cerca del bosque, todas las madrugadas escuchaban misteriosos chiflidos que venían de lo lejos del monte hasta que poco a poco se acercaban a las matas de unos capulines que crecían a las afueras de la casa.
Todas las mañanas, la señora de la familia salía a limpiar el patio de su casa, y veía siempre los restos tirados de capulín en el suelo. Como no sabía que era, le preguntó a su esposo sobre este extraño suceso; el señor le dijo que era el -Juuñchu’ts- “El Muerto de Hule”, – eso cuentan que llega desde el monte hasta las casas solas y entre árboles para poder chupar la mollera de los niños pequeños y cuando el chiflido se escucha lejos, entonces el Muerto de Hule está cerca y cuando su chiflido se escucha cerca es cuando está lejos -.
Un día el señor y su esposa se fueron a una fiesta lejos de su tierra y como no tenían familiares cerca de ellos, decidieron dejar a sus dos hijos pequeños en la casa, la mayor era la niña y el menor era el niño; ambos se quedaron solos. Les dijeron que se cuidaran uno al otro porque ellos regresarían en tres días. A la mayor le dijeron: -cuida de tu hermanito y que cuando veas que el sol se esté ocultando, encierra a los pollos en su gallinero; y que cuando ya esté de noche también cerrarás las puertas de la casa. No le abrirán a nadie hasta que se haga de día otra vez -.
Muy puesta la madrugada los papás emprendieron su camino para estar a tiempo en la fiesta, y la niña esperó que cayera el sol, entonces realizó lo que le indicaron sus padres; llamó a los pollos para encerrarlos en su corral, después puesta la noche cerró de puerta en puerta toda la casa y los dos pequeños se fueron a dormir.
Cuando tocaron las doce de la madrugada, se escuchó un chiflido desde el monte que poco a poco se iba acercando, pero en realidad el Muerto de Huele estaba lejos; sin embargo, los niños no sabían eso. Cuando volvieron a escuchar el chiflido, ya se oía lejos y pensaron que ya se había ido, cuando en realidad estaba cerca; el Niño de Hule estaba en los árboles de capulín, hasta que sigilosamente se posó cerca de la casa.
El hermanito aún muy chiquito comenzó a llorar de miedo y la niña se quedó atenta junto a él. Pasó la hora y se dejó de escuchar el chiflido porque el Niño de Hule estaba comiendo las semillas de capulín. El niño se quedó dormido en el tapanco y la niña se fue a dormir en la suya. Cuando ya llevaban las horas durmiendo, la niña se despertó y se dio cuenta que junto al tapanco de su hermanito estaba la sombra de un niño; la niña no sabía quién era y como había llegado ahí, y mientras seguía observando, se dio cuenta que ese misterioso niño tenía las patas al revés. No pasó mucho cuando la hermana mayor vio que ese niño extraño le hacía un hueco en la cabeza de su hermanito para comerle la mollera, pero ella no lo sabía, y después de haberse alimentado, se alejó hacia el monte.
Amaneció el segundo día, y al despertar, la niña se acercó a ver a su hermanito para darse cuenta que ya estaba muerto. Ella lloraba mucho, y al pasar la hora sin detener su llanto, algunos vecinos fueron a verla; la niña les contó y sin saber cómo calmarla se quedaron un rato más; le dijeron que para darle descanso al pequeño hiciera el sepelio, pero ella no quiso, porque quería que sus papás vieran cómo murió su hermanito.
Llegó el tercer día y los papás regresaron de la fiesta muy contentos; abrieron las puertas de la casa llamando a sus hijos, pero nadie salió; el papá volvió a gritar diciendo con emoción que había traído dulces de la fiesta, pero al terminar de hablar, solo salió la hija llena de llanto; los dos padres sorprendidos, escucharon a su hija, quien entre lágrimas, les contó lo que había pasado aquella triste noche: –Un niño desnudo que tenía los pies al revés, se acercó a mi hermanito y chupó algo de su cabeza, y cuando lo fui a despertar en la mañana, él no se movía-. El papá y la mamá soltaron las bolsas de dulces y corrieron hacia donde estaba el hijo; encontraron a su niño recostado en una tabla envuelto en manta, los papás comenzaron a llorar mucho y juraron matar a quien le había hecho eso a su hijo.
El cuerpo de aquel niño fue enterrado en el camposanto de la comunidad y después de haber pasado siete días de aquel entierro, el Niño de Hule regresó con su chiflido a rondar a las afueras de la casa. El señor al darse cuenta comenzó a vigilar noche con noche, hasta que en una de esas sorprendió al Niño de Hule sentado en la punta del árbol de capulín; el señor observó detalladamente lo que hacía; aquel ser extraño con figura de niño se comía todas las semillas de capulín y a su paso, dejaba los restos en el suelo. Así lo hizo varias veces el señor, hasta que hizo un plan para matarlo.
Llegada la madrugada, el señor se posó en el mejor lugar para esconderse, listo con el rifle para dispararle al Muerto de Hule a la primera oportunidad que se presentase. No pasó mucho cuando escuchó el chiflido de aquel niño que venía de los montes. El señor esperó hasta que ese ser funesto estuviera distraído en el árbol de capulín, entonces salió decidido para matarlo, porque él o eso, fue quien asesinó a su hijo. Pero el Muerto de Hule se puso a reír al percatarse de las intenciones de aquel señor diciéndole con una voz potente y fantasmal: -¡nadie puede matarme porque soy un ser inmortal!; el rifle que tu cargas en la mano no te servirá de nada-; al decir esto, bajó del árbol de capulín gritando que nadie podrá matarlo. El señor al escuchar esto, se llenó de rabia y comenzó a dispararle en la cabeza, en el pecho, en los pies, en donde sea; pero, en ese mismo momento, se dio cuenta que no le hacía nada, todas las balas traspasaban; luego el Muerto de Hule se fue corriendo infantilmente entre el bosque hasta que el señor lo perdió de vista.
Al día siguiente, el padre y la madre decidieron visitar a un sabio anciano de la aldea conocedor de las cosas sobrenaturales para darse una idea de lo que había pasado. El anciano al terminar de escuchar su trágica historia, les contestó: -el Niño de Hule nunca lo podrán matar porqué es un niño que no tiene una vida como nosotros, por eso puede aparecer y desaparecer y nadie lo podrá matar, aunque sea con la mejor arma, pero se puede hacer algo-. El anciano les recomendó hacerle una trampa para que, nunca jamás, volviera a su casa y la familia pudiera vivir en paz: –deben conseguir un madero de jonote, quitarle la cáscara y con eso tienen que azotar al Muerto de Hule en su espalda y todas partes de su cuerpo-.
El señor siguiendo las instrucciones del anciano, ya puesta la noche, regresó en donde estaban los arboles de capulín llevando en la mano la cascara de jonote y su machete, después de pasado un tiempo, se percató que el Niño de Hule ya había llegado como de costumbre a aquel árbol. Nuevamente salió a enfrentarlo, exclamando que –esta vez sí te voy a vencer-. El ser errante al ver la cáscara de jonote se espantó, fue entonces cuando el señor aprovechó para azotarle su negra espalda hasta cansarse, fue cuando el Niño de Hule se fue de ese lugar, pero prometió volver cuando el señor menos se lo espere.
Anocheció y amaneció, el señor se fue a la milpa a trabajar y regresó hasta la tarde; cuando llegó a la casa, su esposa le sirvió de comer y en ese momento, empezó a preguntarse de cómo es que la cáscara de jonote había debilitado tanto al Muerto de Hule; luego es que pensó que, si la cáscara de jonote lo debilitó, seguramente con un pedazo de jonote lo matará. Así que al día siguiente se fue a la milpa para buscar pedazos verdes de jonote para tenerlos listos cuando el Muerto de Hule volviera a su casa. De esta manera, cuando iba en el camino, es que vio un árbol de jonote bien recto y aprovechó para cortarlo; no tardó mucho porque el árbol estaba cerca, y cuando regresó a su casa se lo contó a su esposa. La señora le preguntó: –¿qué harás con ese jonote?-; en lo que su esposo le respondió: -prepararé una trampa en el que el Muerto de Hule morirá definitivamente-. El señor peló el jonote y lo talló en forma de espeque; esa misma tarde, lo puso por donde el Muerto de Hule acostumbraba a treparse al capulín; ahí hizo un hueco y luego introdujo el pedazo de jonote dejando la punta hacia arriba para que pudiera enterrarse en el cuerpo del Muerto de Hule, como el señor lo había planeado.
El Niño de Hule no dejó pasar otra noche y volvió donde estaban los capulines, pero cuando llegó, se dio cuenta que alrededor de la mata donde el acostumbraba a trepar, había pedazos de jonote enterrados con las puntas para arriba; él se dio cuenta que era una trampa, así que decidió subirse en otra mata de capulín para no pisar el pedazo de jonote que había enterrado el señor.
El señor de la casa al darse cuenta de la situación salió despacio, desenterró el pedazo de jonote y lo enterró cerca de la otra mata donde el niño de hule había subido, y él volvió a esconderse en el lugar donde estaba para observar lo que iba a pasar. No pasó mucho cuando una semilla de capulín entró en la cabeza hueca del Niño de Hule, y de tanto miedo saltó rápidamente sobre algunas ramas y cuando iba bajándose del árbol, terminó sentándose en el pedazo de jonote traspasando todo su cuerpo de hule desde la cola hasta la cabeza, pero no le salió sangre; el señor se dio cuenta que de la nada, el Niño de Hule se desapareció entre polvos, dejando seco el pedazo de jonote.
A la mañana siguiente, su esposa le preguntó lo que había pasado y él le contó todo lo que había sucedido en la madrugada. Después de desayunar, el señor afiló su machete y se fue por donde estaban los capulines y comenzó a cortar uno por uno, cuando terminó, les prendió fuego, esperando hasta que sólo quedaran las cenizas y luego regresó a su casa. Al llegar, le dijo a su esposa: -no puedo vivir en un lugar donde mi hijo fue asesinado por un ser del que se desconoce su origen-; a lo que su esposa le contestó: –no te preocupes porque no viviremos aquí por mucho tiempo-.
Así que decidieron abandonar su casa; la señora le regaló todos los pollos que tenía a su vecina, y le pidió que le echara ojo a la casa de ser necesario y al día siguiente se despidieron de sus vecinos. Aún sin poder superar la muerte de su hijo, se fueron a vivir en la ciudad a iniciar una vida diferente, sin el temor de tener cerca al Muerto de Hule y perder a la única hija que les quedaba.
Aunque lo cierto es que el Niño de Hule nunca murió y nunca se morirá, sólo se le ve cerca de los grandes árboles y los hogares alejadas; es por eso que ahora, que hay más casas y menos árboles, al Muerto de Hule no se le ve cerca, porque le tiene miedo a la luz, a las imágenes, al agua bendita y al alcohol; sin embargo, en aquellos lugares más alejados, donde hay árboles de capulín, todavía aparece, al menos, eso es lo que la gente popoluca cuenta.
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Tuum xutyu’ tɨgaŋjoom juty agui ity kapulin i kuyaŋjuj, ity idyɨk wɨsteen tsɨɨxtyam kun ijaatuŋ i iaapa ity’yaj idyɨk tum tɨkkɨ’ɨm wajnewɨ’ɨbɨk suyatmɨ’ i ojwiñmɨ’ je’yukmɨ jesɨk pi’cha’am tyiñam tsɨgoypa’ waŋba’ ata je’m tɨkoom. Ju’ts iga ity’yaj idyɨk toomi’ kuyaŋjuj’joom ityumpɨy tsu’u’ imatuŋyajpa tum aŋsuxi miñpabɨk jɨm’ñoom ataki uxtyam uxtyam nukpa’ imiñ juty ity jutten je’m kapulin’ koobak mɨjapa’bɨk’ixɨ je’m aŋkɨ’ɨm.
Ityumpɨy jaama je’m tsɨɨxtyam iaapa nɨkpa iwɨ’dyaa iaŋkɨ, i juchixkej iampa iga naxyukmɨ’ kɨ’ɨs aŋtuknetaap kapulin. Juts iga dya ijodoŋ tyi’je’, je’m yoomo ikkuak iwɨdyaaya’ tyi naspa ixɨ’;. Je’m pɨɨxiñ ikutsoŋ iyoomo’ iga jempig jesaabixɨ’ je’ -juuñchu’ts-, -jempigam aŋmattaap iga jɨmñoom mi’ñɨyɨy’pa i nukpa ata je’m tɨkkɨ’ɨm ikutyumpɨg’ity iga ichu’tsap je’m xutyu tsɨxtyam iñɨ’tsɨɨyɨ’ i jesɨk iŋsuuxi’ waŋba’ ju’mɨ’, je’m juuñchu’ts sɨ’ɨba’ toomi’ i jesɨk iŋsuuxi’ waŋba’ toomi’ jesɨk iga sɨ’ɨba’ ju’mɨ’-.
Tuum jaama je’m pɨɨxiñ kun iyoomo’ nɨkyaj tum sɨŋkɨ’ɨm ju’mɨ’ juty ity’yaj ityɨgaŋjuj i juts iga dya tɨɨwɨtamɨ’y toomi’, ichakyaj ikutyum ikukuɨstɨk imanɨk ityɨkkɨ’ɨm, je’m mɨjaŋpɨgam je’ wooñi’ i je’m xutyupɨg je’ jaychɨɨxi’; ikuɨstɨk tsɨy’yaj ikutyum. Nɨmayyajta iga nakuixyajtaiñ iga je’ seet’yajpa wɨstɨkmɨ’. Je’m wooñi’ nɨmay’tyaa:-kuixɨ’ iñja’yuk i jesɨk iñampa iga nɨkum jaama’ ichooka’, iñaŋnugap je’m piyu’ i´pajkuyjom; i jesɨk pi’cha’am iñaŋnukpatyim tumtumtyi’ iñtyɨk aŋpajkuy. Ni’i dya i iñaŋayay’tyampa’ ataki kukejiñ’ eeybɨk-.
Jokpi’chanam je’m pɨɨxiñ kun iyoomo’ ipɨkyaj ityuŋ iga nunk’yajiñ jobity’tyi je’m sɨŋkɨ’ɨm, i je’m wooñi’ iŋjok iga pudyiñ jaama’ i iwat tyiam iñɨmay’chak ijaatuŋ iaapa’, iŋwejay je’m piyuyaj i iŋpajtsak ipajkuyjoom, okmɨ ´kupichaawum iŋnuk tumtumtyi’ je’m tɨgaŋpajkuy i ikuɨstɨk je’m tsɨxtyam nɨk moŋiiyaj.
Jesɨk nuk kubaptsu’, moj waaŋi’ je’m aŋsuuxi’ miñpabɨk jɨmñon i uxtyam uxtyam toomia mu iñɨk je’m aŋsuuxi’, i je’m juuñchu’ts sɨ’ɨba ju’umɨ’ i je’m tsɨxtyam dya idyɨk ijodoŋyaj. Jesɨk eybɨk imatuŋyaj je’m aŋsuuxi’ ju’umɨam nɨki’ i iŋjamyaj iga je’m juuñchu’ts nɨkum, sije’ iga ityum’ toomi’; je’m juuñchu’ts kimne’ kapulin aŋkobak, ataki chokoymɨ’ po’kninuk tɨkyukmɨ’.
Iga xutyunam je’m wooñi’ ija’yuk moj kɨɨŋiweeji’ i je’m iyomtɨɨwɨ’ ikukooñtyɨk. Nas uraj i dyam moj waaŋi je’m aŋsuuxi’ iga je’m juuñchu’ts sɨ’bam’ ikut kapulin. Je’m tsɨɨxi’ moŋaŋjak je’m iŋko’kmɨyuk i je’m wooñi’ nɨk mooŋi juty ity je’pɨk; jesɨk xutyu’ jay’ñeum iga moŋbam ixɨyaj, je’m wooñi’ yuxkim’ i i’am’ iga je’m aŋkokmɨyuk toomi’ juty ity ijayuk kejpa’ tum tsɨɨxi’ ikumuŋkɨ’, je’m wooñi’ dya ikuchi’ tyije’ i jutypɨk nuk’ ata jeem, iganam sɨb iam, ikuixɨy’ iga je’m pooñ tsɨɨxi’ iñeja’naity ipuy. Dya pɨɨmi’ jay’ jesɨk je’m wooñi’ iam iga je’m ija’yuk je’m juuñtsu’ts sɨbam’ ijeday’ iñɨ’tsɨɨyɨ’ iga ikɨsay’pa ikutootyi’ i okmɨ yajtyim wi’ki’, jɨmñoom amoy’muiñɨk.
Kukej wɨsna’jaama’, i mu iyus je’m wooñi’ nɨk i ikuamket ija’yuk iamum iga ka’aneum. Je’ chukchum wejpa’, jeem nas jaama’ i dya po’kspa’ pɨɨmi’ wejpa’, jempɨk ity’yaj toomjom oy’iamyaj; je’m wooñi’ iŋmat ityumpɨy i juts iga dya wɨa ikpoksyaj ikooñaŋ’pat’yaj tum uxaŋjoom; nɨmay’tyaa iga ikjejiñ’am ija’yuk ikum’iñ’am’, je’ dya iwɨnapɨk, nɨmpa’ iga je’ iŋjokpa’ ijaatuŋ iaapa’ iga iamyajiñ’ juty’pɨk ka’ ija’yuk.
Nuk tukuna’jaama i je’m wooñi ijaatuŋ maymayane’ imiñiyaj iga oy’ sɨŋaaji’yaj; iŋaay’yaj ityɨk aŋpajkuy i iŋwejay’yaj ikukuɨstɨk imanɨktam, i dya’i’ put; je’m ijaatuŋ’yaj eeybɨk aŋwej maymay’ajiimɨ’ iga iñanuk dulsij sɨŋkɨmpɨk iñamiñ, yajtyim jɨɨyi’, numa wej muiput iyommaanɨk, je’m ijaatuŋyaj ikumatoŋ iyommaanɨk, wejiimɨ’ iŋmat tyi nas’ je’m tsu’u’: -tum kusɨɨkɨ’tsɨɨxi’ iñejanaity’pap ipuy, ikunuk anja’yuk i iwtyi’ ichu’tsay’ ikobakyuk, imunɨk aŋtsɨkyus’ kukejaŋ’am’, je’ dyam tsɨgo’b-. Je’m ijaatuŋ iaapa’ ikutsɨgay’yaj je’m dulsijbolsaj i poymu’iñɨk’yaj juty ity je’m imanɨk , ipat’yaj je’m tsɨɨxi’ juty taŋnetawum naxyuk i aŋmonnetawum mañtyal’mɨ’, je’m ijaatuŋyaj moj weejiyaj pɨɨmi’ y nɨmyaj iga ikkayajpa iam ijes’nɨmay imaanɨk.
Je’m tsɨɨxi’ kumtaa jemtyim ityɨgaŋjoom i nasnewɨm’um mosna’ wɨsteen jaama’ iga kumnita je’m tsɨɨxi’, je’m juuñchu’ts aŋsus muixeet eybɨk i ikupoyxeet je’m tɨk. Je’m pɨɨxiñ iam i moj ikusu’ts tsu’u’ kun tsu’u’, ataki tum jaama ikuixɨ’y je’m juñchu’ts juty kooñ kapulin aŋkiiñyuk; je’m pɨɨxiñ i’am tyityam iwatpa, jempik ke’nam’ tsɨɨxi’ ikɨ’ɨspa kapulin i ityujkedap iñaka naxyuk. Jempigam iwat wajña’ tsu’u’, ataki ijɨsa’y juty’pɨk ikka’aba’.
Nu’k kubaptsu’, je’m pɨɨxiñ yam’ juty dya’i ixpa’, iwɨtsakneum ityujkuy iga ityujpa’ je’m juuñchu’ts. Dya ja’y mu Imatoŋ iga aŋsuspam imiñ’ jɨmñoom. Je’m pɨɨxiñ iŋjok iga je’m sɨ’ja’ tsɨɨxi’ neja’amoyiñ kapulin’kuy’yuk , ok ikuput iga iñunta’akka’abam iga je’am ikka’ayñe’ imanɨk. I je’m juuñchu’ts moj ixikka’ je’m pɨɨxiñ iga akka’uytyop, ichɨgaŋjek ijɨɨyi’mɨ’: -¡dyai’ wɨap akka’ iga a aɨch dya aka’aba’; je’p tujkuy iŋkɨjompɨk iñaity dya ityi impɨgap-; yaj iñɨ’may’, ket juty ity idyɨk kapulinyuk i aŋwej muiñɨk iga je’ dyai’ wɨap ikka’. Je’m pɨɨxiñ yaj Imatoŋ, pɨɨmi’ ijoy’ka’ i moj ityujtujyajay’ ikoobak, iaanmaj pechuj, ipuy, i juty’tyiŋkej; jemtyim ikuixɨ’y iga dyatyi sɨp iñawat, ityumpɨy je’m ityujoy’koy’ ikunas; ok je’m juuñchu’ts poymuiñɨk kuy’aŋjujom ataki je’m pɨɨxiñ ikuixa’y.
Tuŋgagam ijaama’, je’m yoomo’ kun iwɨdyaaya’ nɨk ijo’yay’yaj tum kustsoy’ ijodoŋpɨk tyiam dya je’ yɨp naxyukpɨk iga ijodoŋayajtop tyi nas. Je’m weewe yaj imatoŋ yɨp aŋyaaki’ ityi’, ikutsoŋ: – je’m juuñchu’ts dya wɨap iñakkata’m iga je’ dya ity ken taɨchtyam, je’yukmɨ kejpa’ i togoypa’ i dya’i wɨap ikka’, ni kun tsaam wɨ’ɨbɨk tujkuy, wɨap iŋwat yɨp-. Je’m weewe nɨm iga mɨguyay’tyaiñ je’m juuñchu’ts iga om se’edyiñ eybɨk je’m tɨkkɨ’ɨm i wɨ ity’yajiñ’am je’m pɨɨxiñ kun iyoomo’ i imaanɨk: -iŋkuampa’ tum’jaaka’ panats’ iñtyugab iñaaka’ i jepmɨ’am iñakmɨŋba’ je’m juuñchu’ts ityu’uñyukmɨ’ i ijuty’tyiŋkej-.
Je’m pɨɨxiñ iwat tyiam iñɨmay je’m weewe, agui wɨ pi’cha’awum, seet juty ity je’m kapulinyaj kun tum’jaaka’ je’m pa’nats ikɨyuk i ityɨŋoykoy, nas ityi, ikuixɨ’y iga je’m juuñchu’ts nu’knegakum kapulinyuk jutypiktyim oypa’. Eybɨktyim ikuput, aŋweejimɨ’ iga -sɨ dyaju’ iɨŋne’ iga dya manakka’aba’-. Je’m sɨja’ tsɨɨxi’ yajtyim i’am’ je’m panats kuponatɨk je’tyim yaj i’am’ je’m pɨɨxiñ moj ikmɨ’ŋ ata kus, je’tyim ijaam je’m juuñchu’ts nɨk di jeem, nɨm iga eeybɨk seetpa ata dya kujɨɨskuy.
Kupichaa i kukej, je’m pɨɨxiñ oy yoxaaji’ ikamjoom i seet tsu’ya’am, jesɨk nuk ityɨkkɨ’ɨm, iyoomo ityobay’ ichiima’ iga wiguiñ, moj nakkuaktaaji’ iga jutsaa iga je’m pa’nats ikkupona’ay je’m juuñchu’ts; ok ijɨɨsa’y, siga je’m pa’nats naaka’ ikkupona’ay, tumjaka’ ki’ jesɨk ikka’aba’. Tuŋgagtyi jaama’ nɨk ikamjoom ikuam tso’ko’ pa’nats iga iwɨtsaknebam jesɨj je’m juuñchu’ts ijɨspa ixeet je’m tɨkkɨ’ɨm. Yɨ’ɨmpɨgam, jesammu’ nɨki’ tuŋjoom i’am tum koobak pa’nats nuumapɨ’k i iŋje’ga’ tɨŋkimum; dya ja’y pɨɨmi’ iga ipat tomjoom tum pa’nats, i jesɨk seet ɨŋmada’y iyoomo’ . Iyoomo’ ikkuak: -¿tyi iŋwatpa yɨp panats’mɨ’?-; jesmɨtyi’ kutsoŋo’y iwɨdyaaya’: -ammɨguyap je’m juuñchu’ts iga jesɨk yɨmpɨgam nunta ka’aba’-. Je’m pɨɨxiñ ikuchiga’y je’m pa’nats i ichets ken ñipkuy; tsu’aŋtyi’, ikkam’ juty je’m juuñchu’ts ojpa kujekxi’ iga kimpa’ kapulinyuk; jemum iwat tum jos’ i ok ikum tumjaaka’ je’m pa’nats tseechi’ i iŋkiiñi’ aŋkim’ne’ ichɨ’y iga wɨ’aiñ’ ikusutnas je’m juuñchu’ts imɨjtaay, jutypɨgam je’m pɨɨxiñ ijɨɨsa’yñe’.
Je’m juuñchu’ts dya ikkutsak tuŋgag tsu’u’ i seet juty ity’yaj je’m kapulin, mu iñu’k, i’am iga iga wo’yo’jom juty ojpa idyɨk kuje’kxi’, kumne’ pa’nats ijaaka’ kun iŋkiiñi’ aŋkiñ’ne’; je’ ikuixɨ’y iga sɨp ikjan’taa, ok ijɨɨsa’y iki’m tuŋgag kapulinyuk iga odoy iñepteeñkaiñ je’m pa’nats ikumnewɨp je’m pɨɨxiñ.
Yajtyim ikuixɨ’y je’m pɨɨxiñ put chokoy’mɨ’, ikutaja’y je’m pa’nats i ikum toomi’ juty ity tuŋgag je’m kapulin Koobak juty kimne’ je’m juuñchu’ts, i je’ eybɨk yam juty idyɨk ity’ iga iampa tyi naspa’. Dya ja’y jesɨk tum kapulin tɨguɨy’ juuñchu’ts iwooko’ koobakjom kun pɨɨmi’ kɨɨŋi’ moj yoy’ñikeetyi’ i jesɨk ju’usne’eba’ iket , nunta ikukooñket je’m pa’nats; kunas’iñɨk ityumpɨy imɨjtaay, ikutuskɨ’ɨm ata ikoobakyuk, dyagui put nɨ’ɨpiñ, je’m pɨɨxiñ i’am iga ata dya kuchi’kuy’, je’m juuñchu’ts togoy potpot’aŋjom, i iktɨtsket je’m pa’nats.
Tuŋgagtyi’ jaama’, je’m yoomo’ ikwak iwɨɨdyaya’ tyi nas tsu’mɨk i je’ iŋmaday tyi nas ma’akxijpɨk kubaptsu’: Okmɨ, yajtyim wikkukeeji’, je’m pɨɨxiñ iŋmej ityɨŋoykuy inɨk juty ity’yaj je’m kapulin koobak’yaj i tyum tyumtyi’ moj ityɨŋka’, jesɨk yaj ikutɨŋay, iño’ket, i iŋjok ataki numa imutsɨ’tyim i’am’ay i seet ityɨkkɨ’ɨm. Yaj nu’uki’, iñɨɨma’y iyoomo: -dya wɨab añity yɨ’ɨm juty akka’aytya’ ammaanɨk-; iwɨɨdyaaya’ ikutsoŋ: – odoy aŋyakɨ’ dya jay’ñe’ tanɨkpa-.
Ok ichak’yaj ityɨk; Je’m yoomo ixajsa’jay’ ipiyu’ tomjoom i iñɨmay tum yoomo toomipɨk ity iga jemum i’amnɨgayiñ ityɨk i tuŋgagam ijaama’ aŋkimuy’yajum’. Dyanam ikujamay’ñeyaj je’m imanɨk ityogoyi’, nɨk ityi’yaj saktam’aŋjoom dyam kun je’m kɨɨŋi’ iga toomi’ itypa’ je’m juuñchu’ts i togop tyumtyim je’m iyoomanɨk.
Je’m juuñchu’ts dya ka’ i dya sɨb ika’, sɨ’ɨ numa’ wɨap iam’ta mɨjtampɨk jɨmñom i juty je’m tɨk ju’umɨ’ ity’yajpa’, sɨ iga ityum ja’yaŋ tɨkyaj i pech jɨmñiyaj je’m juuñchu’ts dyam tanampa toomi’, iga ikɨɨŋba juktɨ’, kuwiñ’yaj, masan’waatyi’ñɨ’ i alkul, juty ju’umɨ’ juty itypa kapulin, wiñ’kejpanam’, jempik’nam xutyu aŋmattaap, je’am iŋmat’yajpa je’m nuntajɨɨy’yajpap.
Erasmo Rodríguez López
Nacido en El Aguacate, comunidad de Hueyapan de Ocampo, Veracruz; así como es residente actual del municipio de Tatahuicapan de Juárez dentro de la Región Sur de la Sierra de Santa Marta, Veracruz, tiene sus orígenes en el grupo étnico popoluca que predomina en el municipio de Soteapan y habla orgullosamente la lengua indígena zoque-popoluca.
Egresado del Programa de Liderazgo para Jóvenes Indígenas por la Universidad de las Américas Puebla, en su edición 2019 sobre políticas públicas; asimismo fue integrante del proyecto que se diseñó en el PLJI sobre la “Promoción de la lecto-escritura de la lengua tutunakú en el ámbito educativo en Ignacio Allende (Concepción), Atlequizayan, Puebla”.
Es estudiante investigador de la Licenciatura de Gestión Intercultural para el Desarrollo en la Universidad Veracruzana Intercultural UVI Sede Las Selvas que se ubica en la comunidad de Huazuntlán municipio de Mecayapan.
Ha participado como ponente en coautoría de “Entretejiendo Aprendizajes, Experiencias y Reflexiones desde la Experiencia Educativa de Pensamiento Crítico para la Solución de Problemas” realizado en el Primer Foro Regional del Área de Formación Básica General efectuado en la Universidad Veracruzana Campus Coatzacoalcos; asimismo en la Conferencia “Las Políticas Públicas Sobre la Educación en Hablantes de una Lengua Indígena” realizado en el VII Congreso Internacional y IV Congreso Nacional de Investigación en Derecho Educativo en la Universidad Autónoma de Chiapas UNACH sede Tuxtla Gutierrez, así como en el Primer Coloquio Internacional “Los Derechos Humanos en el Siglo XXI” en la Facultad de Derecho Campus III de la UNACH en San Cristóbal de las Casas. Fue miembro del Comité Organizador del Primer Coloquio de Investigación Regional 2019 “Distintas Palabras, Una Sola Voz» de la Universidad Veracruzana Intercultural .
De las colaboraciones más recientes es la traducción en lengua Popoluca de la Sierra resaltan: sobre temas relacionados al COVID-19 con la Radio de Derechos Indígenas de Cultural Survival con Sede en Massachusetts, Estados Unidos; la traducción de guiones de audiovisuales animados sobre el COVID-19 con el Colectivo Vientos Culturales del Estado de Chiapas; y recientemente el artículo “La mujer popoluca portadora de la vestimenta cultural”, publicado en la sección de Cultura y Arte de la Revista Libertad de Réplica.
Twitter: @ErasmoR87316129