La sucesión en la Corona y el nuevo fracking

Fuente: El Faro Luz y Ciencia, lunes 12 de septiembre de 2022, Ciudad de México

Por: Miguel Cabrera

Tiempo de lectura: 6 mins.


Más allá de los simbolismos y tradiciones, la Corona británica sigue jugando un papel muy importante en la configuración de alianzas y políticas de Occidente. La transición a un nuevo monarca británico no dejará de representar desafíos para la Commonwealth como para sus aliados contra Rusia.


No estamos enfrentando una crisis energética en Europa, sino una crisis de liderazgo.

—Eva Vlaardingerbroek, filósofa neerlandesa de asuntos constitucionales

Sin lugar a dudas el reciente fallecimiento de la Reina Isabel II deja la rúbrica de algunos cuestionamientos inevitables en la formación de un mundo multipolar. Aunque Reino Unido, otrora imperio mundial durante el siglo XIX, haya visto a su monarca saludar al sol durante siete décadas, su realidad política y su influencia no pudieron sino desvanecerse.

Según nos recuerda la visión realista del Wall Street Journal, pese a haber permanecido como jefa de Estado de 14 países, la Corona perdió India en 1947 y, no menos importante, Hong Kong en 1997 lo que, aunado a los hálitos independentistas de Escocia, del insalvable Brexit, y del surgimiento de nuevos valores occidentales que cuestionaron seriamente la funcionalidad de la clase monárquica, así como los continuos escándalos familiares, no parece sino confirmar la crisis sistémica de la aristocracia británica, extensible a las otras del rubro occidental en el cada vez más asiduo cuestionamiento sobre la factibilidad total de los sistemas de gobierno desde la monarquía neoliberal hasta la democracia (no en pocas ocasiones disfrazada de oligarquía) durante la fase de su decadencia diplomática.

Por su parte el New York Times se deshace en panegíricos de estabilidad y aceptación populares. Así pues rememora los aires festivos y las declaraciones de Tony Blair a inicios del nuevo milenio:

«El alcance de su éxito quedó evidenciado en 2002 cuando, a los 76 años, Isabel celebró 50 años como reina con una fiesta nacional de cuatro días. El evento finalizó con lo que Warren Hoge de The Times llamó “la ola tradicional desde el balcón del Palacio de Buckingham mientras los coros cantaban ‘Tierra de esperanza y gloria'”. […]

“Los noticiarios maniqueos de 1952 mostraban un país muy diferente al de hoy”, dijo Tony Blair, entonces Primer Ministro, al brindar por la reina en 2002 en un almuerzo formal en el Guildhall del siglo XVII. “Usted ha logrado adaptar exitosamente la monarquía al mundo moderno, lo cual ha sido un desafío porque es un mundo que puede prestar poca atención a la tradición y, a menudo, valora las modas pasajeras por encima de la fe duradera”.»

Es necesario recordar que Reino Unido pertenece a la poderosa alianza anglosajona de inteligencia conocida como los Cinco Ojos, conformada por Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido cuya vigilancia militar, económica y cultural, guste o disguste, perdura como epígonos antigravitatorios en la segunda década del siglo XXI ante el ascenso de las potencias euroasiáticas de Rusia, China, Irán o India. Esta nueva dicotomía es el verdadero legado de la hegemonía occidental y anglosajona.

En fin, con una aprobación del 75% en una reciente encuesta, lo cual legitimaría la existencia misma de la monarquía, tal como anota el portal Vox, Isabel II alcanzó a nombrar a Liz Truss como Primer Ministro de Reino Unido el pasado 5 de septiembre tras el agónico y desangelado gobierno de Boris Johnson.

Contrariamente a la opinión general de la prensa que afirma la salubridad política en que Isabel II dejaría a Reino Unido, la realidad es que el contexto de la guerra en Ucrania, con sus ramificaciones como metástasis económica en todo el mundo, colocan al imperio insular en la primera fila de las crestas de la inestabilidad inflacionaria, resultado de las sanciones a una Rusia que ha logrado diversificar la exportación de gas al orbe asiático. En ese sentido, la prensa británica no dejará de reportar con particular eficacia y mordacidad el estado de precariedad económica de la sociedad inglesa, asolada por exorbitantes incrementos en los bienes y servicios más elementales (¡una inédita inflación de 10.1% al corte de caja de julio!), según refiere Martin Jay del rotativo Strategic Culture Foundation, ante la amenaza de un invierno más gélido que la sombra de la Segunda Guerra Mundial.

Antes de ser muy posiblemente engullida por la crítica y la prensa, y según publica el Financial Times, Liz Truss no dejará de reactivar el veto contra la extracción de hidrocarburos del subsuelo con la polémica técnica del fracking para intentar legitimar la primera fase de su administración ante la carencia del preciado gas en el orbe europeo, ocasionada por su dependencia, en general, de las importaciones provenientes de Rusia a través de sus importantes gasoductos que atraviesan Ucrania.

Ya están ubicados los notables yacimientos de energéticos en suelo británico ubicados en la formación Bowland-Hodder que podría proveer hasta 37,6 bcm (billion cubic meters) de gas esquisto o shale gas de los 77 bcm que suman su demanda anual. El veto al fracking se propició en 2019 después de que la empresa australiana Cuadrilla provocase un sismo de 2.9 grados en la escala de Richter, cerca del poblado Blackpool en Lancashire. Lizz Truss está confiada de ofrecer resultados ante la carencia del importante energético tan sólo en seis meses, lo que contraviene las declaraciones de Kwasi Kwarteng, Canciller de la Hacienda de Reino Unido, quien afirma que de lograrse levantar el veto se verían resultados en no menos de diez años.

La formación Bowland-Hodder y la cuenca de Weald, epicentros de los yacimientos de shale gas británico.

Como se puede apreciar, los corolarios de la guerra civil eslava (Ucrania contra Rusia) reverberan en el orbe occidental con propulsión mayor e inversa a la razón de las políticas anti-rusas que provocaron una crisis de escasez de energéticos, real efecto boomerang que hace peligrar la orquestación económica de los bloques globalistas, y que zahiere tanto el orden económico establecido y la planeación de políticas contra el cambio climático.

Tal es la crisis que heredó el flamante rey Carlos III.

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*Miguel Cabrera (Ciudad de México, 1988) es analista multidisciplinario de asuntos internacionales, economía y cultura, egresado de la UNAM. Es editor independiente y fundador del proyecto para la promoción de la paz Arcadia México.

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